Parte 1
Nací y crecí dentro de una familia formada principalmente por mujeres, perdón se me olvido presentarme mi nombre es Cecilia, vivo con mi familia en Navojoa, Sonora, un lugar de la provincia mexicana.. Entre los dos me han inculcado una rígida educación moral, lo cual obviamente ha influido en mi forma de ser. Tengo 14 años y me considero toda una mujer, al contemplarme desnuda en el espejo observo mi cuerpo, y veo que se ha desarrollado completamente. Mis pechos y mis caderas han alcanzado ya el volumen de los de mi madre, que a pesar de los sencillos vestidos que usa, lucen exuberantes y frondosos. Nunca la he visto desnuda, aunque recuerdo que una vez, cuando era pequeña la sorprendí en su cuarto mientras se vestía, mi papá estaba a su lado, observándola absorto. Mi indiscreción provocó fuertes regaños y castigos; Quiero aclararles que hasta ese momento era virgen, al menos con los hombres, no vayan a pensar que lo he hecho con un animal, aunque lo imaginé alguna ocasión, cuando una amiga me narró cómo trató de... bueno. Pero, como les decía, soy virgen con los hombres pero me las he ingeniado para tener un compañero infalible cerca de mi todas las noches.
También, a escondidas de mis padres, he conseguido ver en Internet varias paginas porno donde he leído varios relatos en las que algunas lectoras se complacen a sí mismas o sus parejas hombres u otras mujeres les hacen el amor con consoladores o vibradores. De seguro ya lo adivinaron, perdí mi virginidad nada menos que con un trozo de manguera al que le adapté en la punta un tapón de corcho grande y redondo. Un día me llamó mi padre, me quería, como siempre, para que hiciera algo: Traer del pueblo un bulto de alimento para los pollos. Al llegar a la veterinaria y pedir el bulto de alimento vi cómo don Pancho, uno de los vaqueros, cortaba un grueso pedazo de manguera para una señora. Lo enrolló con muchos trabajos para terminar de amarrarlo con un mecate; después de un bote sacó varios tapones de corcho que la señora media hasta que uno le quedó a una botella de boca ancha. Después de pagar el bulto le pregunté a don Pancho si podía darme una muestra de esa manguera para mi padre, porque necesitábamos reemplazar una que se habla agrietado. Cortó un tramo como de treinta centímetros, sentí que las rodillas se me doblaban cuando lo tomé en las manos. Qué cara pondría que don Pancho me preguntó si me sentía bien, le contesté que sí, -es que pareciera que te vas a desmayar niña, has de estar en tus días, igualito se pone mi hija-, -Sí, ha de ser eso señor-, le contesté. Casi salía cuando recordé el tapón de corcho.