Soy un profesional, casado, tres hijos… Una familia corriente. Pero, ¿existen las familias corrientes? Sólo en apariencia. Cuando uno comienza a indagar al interior de ella, fijarse en los detalles que la forman, descubre que cada una de ellas constituye un universo independiente, exclusivo, inimitable e irrepetible.
Algunos años después de contraer matrimonio mi mujer, gran mujer debo decirlo, me confesó que no sentía el menor deseo sexual, que no tenía ningún atractivo para ella. Me dijo, claro, que no iba a ser como el "perro del hortelano"; podía yo tener todas las aventuras que quisiera, pero son discreción. Y, ojalá, no tuviera la intención de divorciarme, pues ella me quería.
Fue muy triste para mí, pero lo asumí y, finalmente, determiné que iba a vivir mi vida sin complejos ni limitaciones, salvo las necesarias para conservar la armonía familia. Tuve muchas aventuras, casi todas terminadas en forma triste, pues la mayoría de las mujeres sólo buscan un hombre "para su propiedad". Lo aman a uno mientras uno esté dispuesto a ser su objeto. Si uno exige independencia, automáticamente ese amor muta en odio parido y se convierten en hienas.