Siempre he sido una mujer con ideas muy claras y firmes, tanto en mis convicciones como en todas las decisiones que he tomado. He tenido a mis 19 años, la capacidad de poder escoger entre un sin fin de posibilidades que hasta el día de hoy, me han llevado a disfrutar de la vida y de todo lo que ella me pueda ofrecer, o yo misma me pueda encontrar.
Mi nombre es, Elena, vivo en el estado de Coahuila, al norte de la República Mexicana, en mi familia somos cinco, tengo dos hermanos, el mayor me lleva dos años y al chico le llevo también dos, o sea que soy la del medio, mis padres y yo. La historia que a continuación les relataré es verídica, tan verídica como las mismas letras que sus ojos están leyendo en este preciso instante. ¿Por qué la escribo?, porque creo que no tengo ya el porque ocultarla mas, además que es una necesidad interna, un lujo que muy pocas nos podemos dar, al mismo tiempo que lo trato de hacer como un desahogo. Un desahogo emocional muy grande, divertido, morboso y a la vez tan excitante que no quiero perder la oportunidad de compartirla con todos ustedes y con ello ser parte de ese no tan pequeño grupo, que aunque para los demás sea escandaloso, depravado, sucio o completamente inimaginable y antinatural, para las que lo vivimos, en exclusiva, sea parte fundamental de nuestras vidas.
Mi destino ya estaba escrito, el incesto, que para mi era desconocido hasta hace algunos años, se convirtió en parte fundamental de mi. Empezare confesando que yo, aunque siendo una niña pequeña, mi desarrollo fue muy rápido, a los 10 años ya usaba brasieres 32 A y ya tenía algo de bello en mi rajita, lo que en conjunto indudablemente y sin querer, encendía la hormona tanto mía como la de los hombres con los que frecuentaba directamente, siendo ellos, la mayoría, parte de la familia, además de mi carácter abierto y desinhibido y porque no, con ese toque de coquetería que todas llevamos dentro, llamando mucho la atención.