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lunes, 9 de diciembre de 2019

Sobrinita


Este relato contiene abuso, violación y estupro, personalmente no apoyo ni promuevo este tipo de conductas. Esto solamente es un relato apegado a la libertad de expresión tan escasa hoy en día, si los temas señalados no te gustan o te molestan, no leas el relato.

-          ¡Pero qué bobadas dices, cuñada! Por supuesto que puedo hacerme cargo de Viry hasta mañana.

-          ¿Seguro? ¿podrás hacerte con ella?

-          Sólo la duda ya ofende. Te recuerdo que he criado yo solito a mis dos princesas y no lo he hecho mal del todo.

-          Lástima que precisamente este fin de semana no estén tus niñas.

-          Sí, las dejé ir a pasar unos días de estas vacaciones en casa de sus abuelos. Tenían ganas de nietas… y ellos no tienen culpa de que tu hermana no quiera saber nada de sus hijas.

-          Sí, sí. Por supuesto. Me parece estupendo que seas tan amable con mis papás, Hugo. Sé… sé que mi hermana no se portó bien contigo.

-          Viridiana  y yo lo pasaremos estupendamente mientras tú montas tu fiesta. Jugaremos a un montón de cosas divertidas los dos solos, ¿verdad Viry?

La niña se escondió detrás de su muñeca preferida y con un hilito de voz contestó:

-          ¡Sí, tito!

Faltaba poco más de un mes para que la pequeña Viridiana, la sobrina de Hugo, cumpliese los seis años de edad pero no los aparentaba en absoluto. Se trataba de una niña morena de rasgos indígenas, cabello negro, ojos azabache y mirada melancólica.  Estaba mucho menos desarrollada con respecto a otras chiquillas de su edad en lo físico y sobre todo en lo intelectual. No es que fuese tonta sino retraída, tremendamente tímida y callada. A pesar de que conocía a Hugo desde siempre parecía tenerle miedo ya que constantemente se escondía de él sin motivo alguno. Su tío jamás le había hecho nada por lo que pudiera tener queja.




Hugo vio en aquel fin de semana a solas una oportunidad única de confraternizar con la niña y hacer realidad sus más oscuras fantasías gracias a ella.

A Hugo le gustaban las niñas en el sentido literal de la frase. Hacía mucho tiempo que se dedicaba a recolectar fotografías y vídeos de alto contenido sexual con chiquillas de la edad de sus hijas e incluso la de su sobrina. Había contactado con varias personas a través de la red con sus mismos gustos y en especial con un hombre con el que compartía experiencias y material sensible. Entre los dos elucubraban mil y una fantasías con las hijas de Hugo como protagonistas. También la pequeña Viridiana era objeto de la fantasía de los dos amigos virtuales pero jamás había podido llevar a la realidad todas aquellas ensoñaciones.

Padre soltero desde que su exmujer se largó con otro desgraciado, Hugo se había recreado la vista viendo cómo sus dos hijas iban creciendo y sus pequeños cuerpos iban desarrollándose rápidamente.  Se excitaba imaginando poseerlas o entregarlas a su vicioso colega virtual. Había llegado a fotografiarlas mientras dormían e inclusive se había masturbado en su ropa interior y sobre sus uniformes escolares. Su amigo de internet le había sugerido varias veces eyacular en su comida pero él lo consideraba algo peligroso y poco atractivo. A diferencia de Viridiana ,que era algo limitada, sus hijas eran listas como ratones.

Hasta entonces todo había ido bien con ellas con el asunto de las fotos  nocturnas en sus habitaciones. Estaba tentado de ir mucho más allá con ellas pero había un problema  de difícil solución: sus hijas eran la indiscreción hecha carne. Hablaban por los codos y charlaban de todo y con todos; eran incapaces de guardar un secreto. Hugo estaba seguro de que, en cuanto les pusiera la mano encima, todo el barrio se enteraría al instante y, como consecuencia de eso, habría dado con sus huesos en la cárcel y privado de su custodia y de sus encantos.

Esa falta de continencia verbal por parte de sus chiquillas retraía bastante a Hugo a la hora de llevar a cabo sus planes con sus propias hijas… pero su sobrina Viridiana era diferente.

La niña le daba buena onda, tenía buenas vibraciones con ella, estaba seguro de que con ella no habría problemas si se propasaba. Apenas hablaba, casi nadie le hacía caso, era poco más que un cero a la izquierda. Su cuñada era madre soltera tan descerebrada e inconsciente como su hermana, la exmujer de Hugo.  Casi no se preocupaba de ella, estaba siempre de fiesta cuando no de orgía pura y dura ya que como la puta de su hermana perdía el sentido ante cualquier polla que se le pusiera a tiro.

Viridiana estaba siempre sola, jugando con sus viejas muñecas de trapo y en su mundo.  Esa forma de ser tan poco social resultaba un suplicio para su mamá ya que casi nadie quería hacerse cargo de una niña tan extraña… y una bendición para su tío y sus oscuras inclinaciones sexuales.

Desde que Hugo comprendió que intentar algo con sus hijas era una actividad de alto riesgo se había esforzado en ganarse a su sobrina con relativo éxito. Le compraba dulces, le decía cosas amables y le regalaba la mejor de sus sonrisas pero la niña seguía mostrándole su miedo. En las últimas ocasiones había conseguido que la niña no saliese corriendo después de recoger los caramelos de su mano e incluso había entablado con ella una especie de diálogo que no iba más allá que dos o tres contestaciones monosilábicas pero algo era algo.

Hugo miraba a la niña cuando esta visitaba a sus primas. Babeaba por su boca, por su culito redondo, por su larga melena azabache, por su barriga abultada y por las braguitas con motivos infantiles que de vez en cuando aparecían bajo su faldita al sentarse de manera inadecuada a la hora del almuerzo. Cada vez se sentía más atraído por ella y estaba tan seguro de su timidez incluso se tocaba el paquete en su presencia, asegurándose de que la niña viera sus evoluciones sabedor de ella no diría nada a nadie. Había pensado en eyacular en los dulces antes de ofrecérselos pero tenía miedo de que notase algo raro y que los rechazase para siempre.  Le hacía fotos, la mayoría de veces en compañía de sus hijas para que no resultase sospechoso pero también mientras hacía pipí o se cambiaba de ropa. Incluso había llegado a fotografiarle la vulva una o dos veces mientras dormía.  Después, cuando revisaba las fotos en la intimidad de su cuarto, delante de la pantalla del ordenador, era en ella en quien pensaba mientras se masturbaba y no en sus hijas.  Sexualmente se sentía atraído por ella. Había visto decenas, centenas, casi millares de películas pornográficas en las que niñas tan pequeñas como ella o incluso menores hacían las delicias de hombres adultos. Sólo era cuestión apretar con fuerza y de tener pocos escrúpulos a la hora de penetrarlas.

Hugo deseaba poseer a su sobrina, incrustarle la polla muy adentro y rellenarla de esperma como un pavo pero no veía el tiempo y el modo de conseguir quedarse a solas con ella ya que sus hijas siempre estaban en casa.

Por fortuna para él su propia cuñada se la había puesto en bandeja ese fin de semana: desde el mediodía del sábado hasta la hora del almuerzo del domingo la niña le pertenecía.

Y no iba a dejar escapar esta oportunidad, iba a disfrutar cada segundo que pasase con ella… y todavía más de los que estuviese dentro de ella.

La primera intención de Hugo para con la niña era abalanzarse sobre ella apenas su cuñada se marchase y violarla allí mismo, sobre el suelo del recibidor. Tenía especial predilección por esos vídeos en los que las pequeñas eran violadas con rudeza, sin concesiones y con extremada crueldad.  Luego lo pensó mejor: debía moderarse si no quería dejarle secuelas físicas que delatasen sus actividades ilícitas sobre su sobrina, eso sin contar con que necesitaba algo con lo que comprar su silencio o, por poco que hablase Viridiana, le iría con el cuento a su mamá y toda su vida se iría al carajo.

No le costó mucho encontrar algo con lo que corromperla; sabía lo que a Viry le deseaba más que nada en este mundo. Llevaba meses pidiéndoselo a su mamá y Hugo recordaba todavía la cara de tristeza de la chiquilla al abrir los regalos de su cumpleaños y comprobar que su sueño  no se habían cumplido.

-          Bueno, Viry. Me parece genial que estés aquí conmigo pero tenemos un pequeño problema… - le dijo a la chiquilla una vez la instaló en su propia habitación.

Ni siquiera abrió el equipaje que ella traía, no tenía intención de que utilizase ropa alguna durante su estancia allí.

-          ¿Qué… qué cosa…?

-          Pues que no tengo mucha comida. Sólo tengo lentejas, brócoli y cosas así de aburridas…

La niña torció el gesto pero no dijo nada.

-          Sé que no te gustan esas cosas. A ti te van más los macarrones…

-          ¡Sí!

-          La pizza…

-          ¡Sííí!

-          La Coca Cola tal vez…

-          ¡Sí, sí!

-          Pues en ese caso tendrás que acompañarme al centro comercial, ¿vale?

La niña asintió  y Hugo pudo ver casi por primera vez una sonrisa en la chiquilla que no fuese forzada.

Hugo condujo con su carro, Viry ocupó el asiento de al lado. Mientras circulaban por las calles el adulto acariciaba la rodilla de la niña que aparecía bajo la faldita. No lo hacía de forma continua para no incomodarla sino que con la excusa de mostrarle algún detalle intranscendente del recorrido le sobaba la pierna durante unos segundos para retirarla posteriormente.

Una vez en el centro comercial  almorzaron y después de hacer la compra de las provisiones el adulto eligió a conciencia la ruta de vuelta al aparcamiento. En cuanto Jennifer pasó por delante de la juguetería se le fueron los ojos hacia el escaparate y, olvidando su timidez natural, pegó su naricita al cristal.

-          ¿Te gusta esa muñeca, verdad?

-          ¡Mucho! Pero mami no quiere comprármela, dice que Moana cuesta mucha plata.

Hugo alzó a la niña en brazos y colocándola a la altura de sus ojos agarrándola por el trasero, le dijo:

-          Yo te la compraré ahora mismo y podrás jugar con ella.

-          ¡De verdad! – Exclamó la niña a punto de llorar de emoción.

-          Sí… pero hay varias condiciones...

-          ¡Sí, sí! Lo que sea, lo que sea… - la niña ni siquiera sabía el significado de esa frase, sólo tenía ojos para la muñeca que tanto ansiaba.

-          Primero, que no le dirás a nadie que te la he comprado. Y cuando digo a nadie me refiero a nadie: ni a tu mamá, ni a tus primas… a nadie. Sólo jugarás con ella cuando estemos tú y  yo solos. Tus primas son muy celosas y seguro que intentarían quitártela…

-          ¡Prometido! ¡No se lo diré a nadie. Te lo prometo, tío!

-          Segundo… harás todo, absolutamente todo lo que te pida. A la primera y sin rechistar.

-          ¡Todo, haré todo lo que me pidas, de verdad, te lo prometo…, tito!

El hombre rió. Jamás había escuchado unas series de palabras tan largas de la boca de su sobrina. Apretándole discretamente el trasero, prosiguió:

-          Y tercero y más importante: no le contarás a nadie lo que hagamos cuando estemos tú y yo solos. Jugaremos a cosas divertidas, te lo prometo pero nadie, nadie puede enterarse.

-          A nadie. No le contaré a nadie.

-          ¡Está bien! – sonrió el adulto -. Ahora, dame un besito.

Jennifer pretendió besar la mejilla de su tío pero este le ofreció los labios. Espoleada por la recompensa ni se lo pensó.

Hugo a punto estuvo de mojar sus pantalones al notar a la vez la calidez de la niña en sus manos y en su boca. Perdió el tiempo justo para comprar la muñeca que ella quiso. Ni siquiera quiso que le envolviesen el juguete para regalo. Tenía muchas ganas de llegar a su casa, sus huevos le ardían cada vez más y sabía exactamente el lugar donde quería descargar su munición.

El automóvil de Hugo volaba en dirección a su domicilio. Ya ni siquiera tenía el pudor de buscar una excusa barata, sobaba directamente la rodilla y la parte interior del muslo de la niña con insistencia febril. Ella no decía nada: sólo miraba a su nueva muñeca encerrada en un blíster de plástico transparente.

-          ¡Na,na! No abrirás el paquete hasta que lleguemos a casa jovencita.

-          Pe…

-          Recuerda tu promesa jovencita: harás todo lo que yo te diga sin rechistar.

-          Sí, tío.

-          Abre un poquito más las piernas, princesa.

Viridiana obedeció. Hugo se dio un festín de carne tierna y jugosa durante todo el viaje. Justo antes de llegar a su casa, parado en un semáforo apartó la braguita de la niña y le rozó la zona externa del sexo con su dedo meñique. La niña cerró las piernas de inmediato riendo y eso no gustó al adulto.

-          ¿Por qué has cerrado tus piernas?

-          ¡Me haces cosquillas, tito!

-          No estás siendo obediente. No sé si será mejor que devolvamos la muñeca…

-          ¡No, no! – Exclamó la chiquilla muy asustada, separando las rodillas cuanto pudo -. ¿Ves? Ya está, ya está… ya obedecí.

La niña intentó enmendar su error tomó la mano del adulto,  llevándola de nuevo a su zona más íntima. Inclusive se separó un poco la braguita para facilitar el tocamiento, gesto espontaneo que estuvo a punto de volver loco a Hugo.  Una vez aparcado el auto junto a su casa  fue él el que tomó la mano de la chiquilla y, vigilando que nadie pudiera verles, la llevó hasta el exterior de su paquete, obligándole a palparle el pene recorrer desde la base hasta la punta el considerable bulto allí formado.  Al principio tuvo que guiarla pero  pronto Viridiana pronto aprendió a hacerlo por sí misma. Así permanecieron los dos tocándose el uno al otro, hasta que un camión de reparto se acercó hasta donde estaban de forma peligrosa.

-          Vayamos dentro. Allí podremos jugar con la muñeca.

-          ¡Sí!

Apenas entró en su casa, Hugo echó mano a la niña. Ni siquiera esperó a colocar los alimentos en la nevera, su prioridad era otra. Mientras Viridiana se peleaba con el plástico él lo hacía con los botones de su camisa rosácea. A ambos les temblaban las manos pero por razones muy distintas.

-          Te… de desnudo para que no se te manche el uniforme mientras preparamos la cena -  Balbuceó él cuando le quitó la prenda vaporosa a la niña.

Viridiana no necesitaba una explicación sino ayuda para liberar a su muñeca.

-          ¡No puedo! – Protestó.

-          Deja. Yo lo hago… entre tanto tú ves quitándotelo… todo.

-           ¿Todo?

-          Sí. Quiero que andemos desnudos cuando estemos solos en casa; es más cómodo.

-          Pe… pero…

-          Recuerda tu promesa…

-          Sí, sí…

La niña tuvo menos problemas que su tío para desembarazarse de su camiseta interior. Tampoco sus zapatos, calcetines ni falda supusieron un obstáculo y en un abrir y cerrar de ojos su braguita con motivos florales cayó al suelo formando un montoncito con el resto de sus ropas.

Hugo babeó al verla. Era una delicia de niña.

Era mucho más bonita de lo que recordaba. Sabía perfectamente que su pecho era plano, la había visto varias veces bañarse en la playa sólo con la parte inferior del bikini pero su nunca hasta entonces se había deleitado con la visión de aquel Monte de Venus  minúsculo, abultado y exento de vello con tanta nitidez.

 Al verla tal y como su mamá le había traído al mundo y a su disposición el adulto prácticamente destrozó el envoltorio de juguete.

-          ¡Hala, qué bruto! ¡Ten cuidado tío, que vas a romperla…!

Cuando la pequeña Viry se arrodilló en el suelo en busca de los adornos de la muñeca que habían caído sobre él dejó a la vista de su tío su jugoso trasero y el exterior de la vulva. A él casi le da un infarto pero el dolor de su verga era todavía mayor al de su brazo izquierdo.

-          Viry… deja eso ahora y mírame. Por favor.

Una vez más, la niña obedeció y sentada sobre sus talones contempló cómo su tío se iba quitando la ropa sin darle en realidad mucha importancia. No era la primera vez que veía a un hombre desnudo. Su mamá solía llevar a casa a  amigos que se paseaban de un lado a otro en pelotas delante de ella.

Hugo cumplió el primero de sus fetiches: desnudarse por completo delante de una niña y masturbarse. Deseaba ver la expresión de la chiquilla al verle la polla erecta. Es más, incluso se reclinó hacia detrás para que la dureza de su falo quedase en evidencia al tiempo de que su mano iba y venía por su miembro viril.

-          ¡Mírame la verga, Viry!  Mira cómo me tienes… - Le dijo mientras se acariciaba el falo y  los testículos a escasos centímetros de su carita, potenciando de ese modo su dureza -. ¿Te gusta que esté así? Esto significa que estoy muy contento de que estés aquí.

La niña estuvo contemplando las evoluciones de su tío con total inocencia hasta que se cansó y su atención recayó de nuevo en la muñeca. Hugo se hubiera corrido muy a gusto en su cara pero decidió guardar la munición para más adelante y dejó de masturbarse.

-          Es un poco pronto para cenar. ¿Quieres que veamos una película de Moana?

-          ¡Sí, por favor! la he visto muchas veces y me gusta mucho.

-          Esta es especial, seguro que no la has visto.

-          ¿De verdad?

-          Por supuesto, confía en mí.

El adulto alzó de nuevo a la niña y la llevó hacia su despacho. Por el camino no pudo evitar lamerle los pezones un par de veces. Ella se estremeció de gusto. Lo que ya no le agradó tanto fue sentir el dedo de su tío acariciándole la entrada del ano pero aun así aguantó todo el trayecto sin articular palabra.

Hugo manipuló su ordenador y buscó la película en cuestión. Sentó a Viridiana en el sillón y le dio al play.

La película animada en cuestión era protagonizada por la princesa Disney polinesia. El argumento era similar al original pero la trama se veía salpicada de escenas pornográficas de alto contenido sexual y tremendamente explícita. La morena de pelo encrespado  comenzó a hacer una felación a otro personaje mientras follaba con un tercero.

Hugo observó a su sobrina, quería ver su reacción ante el cambio de la trama.  No le sorprendió en absoluto su reacción: abducida por la pantalla, como siempre..

-          ¿La habías visto?

-          No

-          Te lo dije. ¿Te gusta?

-          Sí.

El adulto fue a por su teléfono móvil y realizó una buena tanda de fotografías a la niña. Se aseguró de que en ellas apareciese claramente tanto su anatomía infantil como el tipo de película que estaba viendo. Estaba seguro de que encantarían a su amigo virtuale.

-          ¿Me dejas verla contigo?

-          Vale.

El adulto levantó a la chiquilla, se sentó en el sillón y la colocó sobre sus piernas con sumo cuidado. Su erección era considerable y no quería lastimarse. Insertó la polla en el hueco formado por la vulva y los muslos de la niña. Al sentir el calorcito de la entrepierna y el roce de aquella piel tan suave en su verga por poco explotó. Haciendo un esfuerzo soberano logró contener la eyaculación. Quería gozar de Viridiana de forma completa y depositar su esperma en lo más profundo de su ser.

Minutos más tarde, algo más calmado comenzó a masturbarse utilizando el cuerpo de su sobrina mientras le susurraba obscenidades al oído, corrompiéndola al tiempo que visionaban la película :

-          ¿Ves lo que hace Moana? ¿ves cómo sonríe mientras se jala la verga? ¿Ves cómo su amigo se la mete en la panochita y lo rico que le parece? ¿a que es feliz jugando a eso? Es su juego divertido, lo hace todo el tiempo.

Viridiana asentía  ya que el dibujo animado hacía todas esas cosas sin perder la sonrisa.

-          Mira mi verga, ¿la ves?

-          Sí. – Apuntó la chiquilla mirando curiosa el palo que iba y venía en el interior de sus piernas.

-          Pronto serás como Moana y la tendrás dentro. Te encantará jugar conmigo a eso, ya lo verás. Lo haremos todos los días que nos quedemos solos. Pero recuerda, es un secreto. Si se lo cuentas a alguien, olvídate de tu muñeca y del montón de juguetes que voy a comprarte si eres obediente y atenta con tu tío…

Viridiana apretó la muñeca para sí, decidida a hacer lo necesario para que nada ni nadie le arrebatase el juguete.

-            Muévete tú, princesa…

-          ¿Así?

-          Muy bien, Viridiana… muy bien.

Sin ser consciente de lo que sus movimientos provocaban en su tío la niña se mecía al ritmo que él le había enseñaba. Jamás se había tocado previamente pero el roce de aquel palo en sus genitales no le desagradaba, le hacía cosquillas en su vulva y poco a poco le iba gustando más.

Hugo aprovechó el hecho de no necesitar las manos para masturbarse con la niña. Le acarició todo el cuerpo, en especial el lugar donde años más tardes le crecerían los pechos, los muslos y especialmente el clítoris.

-          Agárrame la verga con las dos manos. Deja la muñeca sentada sobre la mesa… tiene que ver la película.

La chiquilla intentó imitar las evoluciones de su personaje favorito y frotó el glande con poca pericia pero con mucha delicadeza.

El suave tacto de la piel de la niña en su cipote era lo más excitante que Hugo había experimentado nunca. De tanto en tanto él recogía líquido preseminal de su prepucio con su dedo y luego se lo introducía a la niña en la boca. Después, la abrió de piernas cuanto pudo y atacó el diminuto clítoris sin piedad.

Viridiana gimió. Él lo interpretó como algo placentero y continuó hurgando en la intimidad  de la pequeña.

-          Eso es, princesita. Ahora vamos a hacer eso, verás qué divertido. Vamos a jugar tú y yo, ¿sabes cómo se llama ese juego?

-          N… no.

-          Se llama follar.

-          ¿Follar?

-          Exacto. Nuestro juego secreto se llama así: follar.  Apréndetelo pero no lo digas a nadie más.  Cuando estemos a solas sólo tienes que decirme: “juguemos a follar, tito”, y haremos todas esas cosas que hace Moana con sus amigos.  Es muy divertido. Vamos a ensayar. Repite conmigo: “juguemos a follar, tito”

-          Juguemos a follar, tito...

-          Más fuerte.

-          ¡Juguemos a follar, tito!

-          ¡Otra vez!

-          ¡JUGUEMOS A FOLLAR, TITO! – Gritó la niña riendo  y frotando la verga con intensidad.

Ebrio de deseo el adulto sacó su lengua y la acercó a la cara de la chiquilla. Imitando a su ídolo en la pantalla la pequeña Viridiana la succionó hacia el interior de su boca como una bebé. Hugo se emborrachó de las babas de la niña, era la gota que colmó el vaso y  le hizo sucumbir.

Literalmente se volvió loco. La alzó como a una pluma y la tumbó sobre el escritorio. Como un poseído la abrió de piernas hasta casi desencajárselas y se dio un festín con aquellos genitales infantiles sin hormonas. Lo lamió todo, desde la raja del culo hasta el último recoveco de la vulva. Inclusive le metió la lengua por el agujerito y se tragó hasta el último sorbo de cuantos fluidos encontró en su interior.  Viridiana no dejaba de jadear.

La dejó brillante y abierta, lista para ser follada.

Durante unos segundos observó el minúsculo agujero que tan a gusto se había tragado.  Sabía que el cuerpo de la niña era muy elástico pero le entraron dudas sobre si ese diminuto coñito sería capaz de albergar su verga.

Era el momento de averiguarlo.

-          ¿Estás lista para continuar el juego?

-          Sí, tito.

-          ¿Preparada para follar?

-          ¡Sííí´!

Se colocó sobre la niña y la inmovilizo. La diferencia de tamaños entre ambos amantes era enorme pero aun así el no estaba dispuesto a echarse atrás. Tras varios intentos fallidos en el que el pene resbaló del orificio logró introducirlo un poquito y esperó a que el pequeño cuerpo reaccionase.

La niña se sentía incómoda, quería sacarse la barra de carne de su interior pero el deseo por la muñeca era muy fuerte y aguantó. Cuando la molestia se tornó en dolor comenzó a llorar.

-          ¿Por qué lloras?,¿ no ves la cara sonriente de Moana cuando sus amiguitos le hacen esto? ¿qué sucede, no quieres ser como ella?

-          Sí, pero me haces daño, tito.

-          Es sólo la primera vez, luego te encantará jugar. Ya lo verás. Me lo pedirás una y otra vez.

La niña apretó los labios, cerró los ojos, bajó la guardia y él aprovechó la circunstancia para metérsela más adentro. No dejó de apretar hasta que la punta del falo atravesó la conchita  y, en cuanto lo consiguió comenzó a moverse para darse placer sin tener compasión alguna de la niña que, rota de dolor, no dejaba de chillar.

La niña gritaba y se retorcía buscando auxilio pero aquellos llantos, espasmos y chillidos lo único que consiguieron fue aumentar el apetito sexual del macho y que este perdiese los papeles.

Hugo violó a la niña de forma intensa aunque no con el salvajismo que a él le hubiese gustado. Aun así le reventó el coñito a base de pollazos sobre la mesa del escritorio mientras ella se aferraba a su nueva muñeca con la cara anegada en lágrimas. Él se había masturbado mil y una vez imaginando ese momento, le tenía unas ganas terribles a Viridiana. Por algún motivo que se le escapaba la inocencia y fragilidad de la chiquilla le excitaban desde siempre y provocaban en él un deseo sexual desaforado hacia ella y unas ganas terribles de follársela de manera animal, tal y como había hecho. Siempre había tenido la sensación que clavársela a la pequeña Viri era toda una delicia y, gracias al capricho del destino, aquella noche comprobó que la realidad superaba a la ficción.

El placer que experimentó el violador a lo largo del coito fue sublime, extraordinario, algo único. Jamás había obtenido un gozo semejante con una mujer adulta. La angosta entraña de la niña se iba abriendo conforme percutía en ella con su verga, comprimiendo su estoque con una intensidad y calidez extrema.

El hombre pensó en todos aquellos ignorantes que hubiesen tachado su acción de repugnante; amargados de la vida, reprimidos aburridos que juzgaban sin saber. Tal y como decían sus amigos de internet, el sexo con niñas era sin duda el mejor. Él lo estaba comprobando en sus propias carnes, era algo digno de ser experimentado por cualquier hombre y tenía intención de repetirlo gracias a su tímida sobrina:  a partir de ese día sus hijas visitarían a sus abuelos muy a menudo, cada vez que se le antojase tirarse a Viridiana.

Por fortuna para Viridiana su tormento no duró mucho, la sobreexctación de Hugo hizo que el coito no se prolongase en el tiempo. Su tío desparramó el contenido de sus huevos en el interior de su vagina pueril. Mientras se corría le ensartó media docena de puñaladas traperas, secas y traicioneras que estuvieron a punto de desgarrarla seriamente.

Cuando él se desacopló buena parte del esperma allí derramado emergió de la vulva mezclado con algo de sangre y orina. La niña no había podido controlar su esfínter.

Hugo se asustó bastante. En realidad le importaba poco la integridad física de la niña, lo que no deseaba es que quedase algún tipo de secuela, alguna marca externa que delatase su fechoría ante su cuñada. Estaba seguro de que con el chantaje de la muñeca su sobrina no diría nada pero le hubiese resultado difícil justificar una lesión en su zona íntima.

 Alarmado, la abrió de piernas con rudeza y examinó los diminutos genitales, abriéndolos con los dedos. Sintió alivio al ver que la cantidad de sangre era minúscula y que los daños producidos en la vulva de la niña eran escasos. Su corazón volvió a latir, incluso sonrió: en cuanto tomase fuerzas, volvería a la carga. Un fin de semana pasaba volando y tenía mucho amor guardado para regalarle a la morenita. La usaría para darse placer día y noche.

-          Has jugado muy bien, Viry.

-          Me… me duele la barriga, tito.

-          Luego, cuando lo hagamos otra vez ya no te dolerá.

La niña torció el gesto aunque guardó su disconformidad por la propuesta para sí.  De nuevo se vio transportada a lo largo de la casa. Reconoció la habitación de sus primas, plagada de muñecas y juguetes con los que a ella nunca dejaban jugar.

-          No te muevas de ahí, ahora vengo.

Viridiana apenas podía moverse, en lo último que pensaba era saltar de la cama. Se encogió de manera instintiva para mitigar el dolor.  Este fue remitiendo poco a poco y fue entonces cuando pudo disfrutar de la preciosa muñeca. Sólo tenía ojos para ella, ni siquiera se dio cuenta cuando de nuevo su tío entró en la habitación teléfono móvil en mano.

-          ¿Recuerdas en la película cuando ese señor tan simpático le hacía fotos a Moana? ¿Te acuerdas?

-          S… sí.

La voz de la niña era poco más que un susurro-

-          Eso también es jugar a follar…

-          Me… me duele, tito…

-          Vaya… pues si no quieres jugar será mejor que guardemos la muñeca hasta que te vuelvan las ganas… - Dijo él alargando la mano hacia el juguete.

-          ¡No, no!

-          ¿En qué quedamos? ¿Quieres seguir jugando o no?

-          ¡Sí, sí!

-          ¿Recuerdas cómo se llama?

-          Follar…  jugar a follar.

Hugo comenzó a lanzar fotos al cuerpo desnudo de la niña.

-          Eso es. ¿Recuerdas lo que hacía Moana cuando le hacían fotos?

-          S… sí.

-          Pues ahora quiero que lo hagas… o te quedarás sin muñeca.

Alarmada por la perspectiva de verse privada del juguete la chilla abrió sus piernas y llevó su mano temblorosa hasta su coño. Se acarició torpemente, era tan joven que no comprendía la finalidad de aquellos tocamientos.

-          Espera, yo te ayudo. Debes tocarte ese bultito así, despacito, dando círculos…

-          To… todavía me duele un poco…

-          Uhm… espera un momento. Te voy a traer medicina para eso…

-          ¿Medicina?

La primera intención de Hugo fue acercarse al botiquín para suministrarle a su sobrina algún tipo de analgésico infantil que usaba para sus hijas pero en el camino se le ocurrió otra idea.

-          Bebe esto.

-          Huele raro.

-          Eres muy desobediente. Creo que voy a llamar a tu mamá…

-          Dame, dame…

La niña hizo una terrible mueca pero se tragó el vasito de tequila de un solo trago.

-          Ahora otro…

-          Va… vale…

El alcohol no tardó en hacer efecto.  Viridiana estaba como en una nube y si hasta entonces todo le había resultado fácil a Hugo a partir de entonces todavía lo fue más. La niña se convirtió en un pelele: se acarició, se tocó, hizo mil y una poses obscenas al dictado de las indicaciones de su tío. Se pellizcó los pezones, jugó con su lengua, se metió el dedito por el coño e incluso hizo alguna que otra prospección en el culo. También utilizó su nueva muñeca para frotarse el sexo y todo lo hacía acompañada de una risa floja y unas pupilas brillantes que elevaban considerablemente la carga sexual de las fotos.

Cuando su tío le introdujo la polla en la boca tampoco se alteró. A la protagonista de la película se lo hacían una y otra todo macho que aparecía en ella así que incluso se animó a imitar a su heroína jalándosela un poquito por propia iniciativa.

-          Muy bien, pequeña. Muy bien. Lo haces igual que Moana – le animaba el adulto inmortalizando foto tras foto cómo los mofletes de la niña se iban hinchando mientras le chupaba la polla - . Ahora hagamos un vídeo jugando a follar otra vez.

-          Jisisisi…

Viridiana estaba tan borracha que su lengua de trapo apenas le permitía balbucear sonidos ininteligibles. Hugo manipuló el teléfono y comenzó a grabar.

-          Venga, princesa. Dime a qué vamos a jugar.

-          A…fo…jsjsjjs follas…

-          Follar.

-          Eso… follar…

-          ¿Eso es lo que quieres, pequeña Moana? Está bien… te voy a follar… como hace su amigo en la película.

Hugo colocó el celular en un punto estratégico, un lugar donde el inminente coito pudiese ser grabado de manera íntegra. Sabía que de este modo no iba a poder hacer primeros planos de la penetración pero pensó acertadamente que tendría la mañana del domingo para realizar nuevas tomas; su intención era no dar tregua a Viridiana y hacerle todo tipo de obscenidades hasta que su mamá se la llevase de su lado.

Hugo había llevado a la realidad una de sus más recurrentes fantasías violando a su sobrina esa misma tarde. Disfrutó mucho haciéndolo, qué duda cabe, pero sabía que si quería que la niña cooperase con sus planes tenía que ganársela, llevarla al lado oscuro, hacerla partícipe de su vicio y eso no podía hacerlo simplemente a base de regalos, amenazas y sexo forzado. Tenía que lograr que Viridiana deseara jugar a su juego secreto tanto o más que él y eso sólo podría lograrlo haciéndola vibrar de placer así que, antes de penetrarla,  se dedicó a estimularla oralmente, lamiéndole el coñito de manera suave sin prisas.

Viridiana creyó morirse de gusto al sentir la inquieta lengua de su tío recorriendo sus zonas más erógenas. Sólo cuando la notó lista el adulto la montó.

El segundo polvo con la niña fue mucho más placentero para Viridiana que el primero. Anestesiada por el alcohol, se mostró sumisa, dócil y relajada, circunstancia que le permitió al adulto penetrarla con mayor facilidad. A Hugo le dio la impresión que inclusive la niña disfrutaba de la verga cuando entró en ella, que estaba mucho más lubricada y receptiva que la primera vez. Incluso sintió cómo la chiquilla abrazaba su corpachón y movía ligeramente la cadera al ritmo de la cópula circunstancias que él interpretó como señales de consentimiento acerca de lo que estaba sucediendo.

Gracias a haber eyaculado ya una vez en el interior de su sobrina Hugo pudo controlar la cópula sin problemas de sobre excitación. El encuentro sexual distó bastante del anterior, fue pausado y tranquilo. Se permitió el lujo de besar a la niña, acariciarle los muslos, agarrarle de los glúteos y abrirla en canal para buscar un mejor ángulo de ataque para su falo.  Viridiana chillaba, eso sí, pero sus gritos eran mucho menos escandalosos e inclusive se tornaron gimoteos cuando el calorcito de su vagina creció y se hizo la magia. 

-          ¿Te duele? – Preguntó el adulto concentrado tanto en las reacciones de la niña como en controlar su clímax.

-          Nop…

-          ¿Está rico?

Olvidando su enfermiza timidez gracias al alcohol Viridiana contestó a pleno pulmón:

-          ¡Sííí…! 

Hugo desconocía si una niña tan pequeña como su sobrina podía correrse pero si Viridiana no se estaba derritiendo por dentro en verdad lo parecía. Ella ya no podía abrirse más ni jadear con más fuerza ni respirar más rápido. Ella misma incitaba a su tío para que continuase. Hugo notó que la niña experimentaba un placer mayor cuando, después de sacarle la polla de dentro, volvía a metérsela muy rápido y muy seco aunque no muy profundo. Repitió la maniobra varias veces y Viridiana, ruborizada como una manzana y entre jadeos, suspiró:

-          ¡No sigas! ¡Vo… voy a hacerme pipí, tito!

-          No te preocupes, mi vida. Déjalo salir… es parte del juego…

El adulto estaba muy excitado ante la inminencia del orgasmo de la niña; aun así logró concentrarse y fue paciente. Incrementó el ritmo de la follada teniendo sumo cuidado de no meterle más verga de la que ella podía asimilar.  Esta vez no quería lastimarla, deseaba que gozase, que sacase esa putita que toda mujer lleva dentro. Su objetivo era despertar en ella un apetito sexual desmedido de tal modo que fuese la propia Viridiana la que iniciase el juego sexual con él cada vez que se le calentase el coñito en sucesivos encuentros.

Hugo disfrutaba viendo las películas de violaciones pero también aquellas en las que las niñas tomaban la iniciativa y se comportaban como auténticas zorras en la cama. Podía parecer que aquella forma de actuar era incompatible con el modo de ser de su sobrina pero su amigo virtual le aseguraba que todo era cuestión de práctica y que a base de intentarlo una y otra vez hasta la niña más retraída era capaz de hacerlo sin problemas.

Un agudo chillido y el incremento de humedad en la punta de su capullo fueron las señales inequívocas que hicieron saber al adulto que la pequeña Viry había experimentado el primer orgasmo de su corta vida.  Hugo se la ensartó unas pocas veces más, aprovechando la lubricación extra de la corrida pero pronto notó que la cosa ya no iba tan bien, que la niña comenzaba a retorcerse, señal de que no lo estaba gozando como al principio. Estuvo tentado de pasar de todo y seguir follándosela a su libre albedrío hasta terminar en su vientre pero prefirió sacársela, tomar la cámara, encaramarse sobre ella y embadurnarle la carita con sus mocos. Después, utilizando su polla como pincel, extendió su esencia grumosa por el rostro infantil que sonreía con dulzura.  Se tomó su tiempo, recreándose, inundándole las cuencas de los ojos entornados a su sobrina. Con su teléfono móvil pudo filmar claramente cómo un hilito de esperma caía directamente sobre la boca entreabierta de la niña la cual, borracha y derrotada, se había quedado dormida con su bonita muñeca en la mano.

Sonriendo, pensó en lo que su amigo virtual, un fanático de la lluvia dorada,  le hubiera hecho a la niña en ese momento. 

Decidió portarse bien y dejar descansar a la chiquilla. Acertadamente pensó que orinar encima del colchón de su hija menor no era la mejor de las ideas.  Él también estaba agotado. Era hora de reponer fuerzas, comer algo y comentar con su socio virtual su lo sucedido.

*****



-          ¡Despierta, Viry! Es hora de levantarse – dijo una voz masculina en falsete.

A Viridiana le costó un mundo abrir los párpados. Por un lado los tenía sellados por alguna sustancia pegajosa y por otro la resaca del alcohol tampoco ayudaba. Cuando por fin venció la batalla reconoció la habitación de su tío y a su nueva muñeca. La niña sonrió.

-          ¡Buenos días, perezosa! Tenemos mucho que hacer antes de que llegue tu mamá.

La niña identificó a si tío que la contemplaba con ojos brillantes y eso no le gustó tanto. En cuanto se colocó sobre ella ya sabía que él quería jugar de nuevo.

-          Si te portas bien  la próxima vez que vengas iremos a comprar ese otro muñeco que vimos, ese muchachote grande amigo de Moana… - dijo Hugo mientras frotaba su verga contra la vulva de la niña.

-          ¡Maui!

-          Exacto. Maui. Y otro día te compraré muchas cosas más…

-          ¿De verdad? ¡Eres muy bueno conmigo, tito!

-          Sabes que eres mi sobrina preferida.  Ahora sé tú buena conmigo y abre un poquito más las piernas, pequeña Moana…

-          ¡Sí, tito!

Apenas había amanecido cuando la heterogénea pareja consumó el acto sexual. Esta vez fue ella la que se colocó arriba y, pese a su inexperiencia, se las arregló para que el hombre quedase satisfecho.   Hugo estaba entusiasmado con la niña. Cada polvo era más placentero que el anterior. Parecía increíble que una hembra tan pequeña fuese capaz de llenar su cama del modo que lo había hecho Viridiana. Sabía que la echaría de menos en cuanto se fuese de su casa.

-          Tengo hambre, tito.

Hugo cayó en la cuenta de que con tanto sexo y exceso su sobrina no había cenado la noche anterior.

-          Por supuesto, pequeña.

Hugo preparó un enorme tazón de chocolate. La crema le permitió poner en práctica un nuevo juego.  Literalmente embadurnó la totalidad del cuerpo de la chiquilla con el dulce para después recolectarlo con la lengua. En su ir y venir inclusive introdujo la punta de su apéndice bucal en el orto de la niña.  Viridiana reía y chillaba por las cosquillas que él le producía todo aquello. Cuando fue su turno, actuó de igual manera chupando con  verdadera devoción el cipote del adulto. Tampoco tuvo inconveniente. alguno a la hora de meterse un testículo chocolatado en la boca.  A la hora de lamerle el orto a su tío ya no se mostró tan predispuesta. Hugo no quiso forzarla, estaba seguro que en unos pocos encuentros íntimos más lo haría sin problemas a cambio de algún juguete insignificante.

-          ¡Uff...qué tarde es! Tu mamá está a punto de llegar y mira cómo estamos. Será mejor que tomemos un buen baño juntos.

-          ¿Y Moana?

-          También. Moana también puede bañarse pero date prisa y no te entretengas.

Durante el baño el hombre siguió acariciando el menudo cuerpo de la chiquilla. Se quedó con las ganas de volver a meterle la polla en la boca, sentir su lengua recorriendo su prepucio o sus pequeños labios besando su escroto por última vez.  El tiempo se le había echado encima y pese a que su cuñada no era ni mucho menos la puntualidad personificada no quería dejar ningún cabo suelto.

Aun así no pudo resistir la tentación y en cierto momento se incorporó y descargó el contenido de su vejiga sobre la pequeña Viridiana y su muñeca. La niña ni se dio cuenta ya que lo hizo de tal modo que el orín se confundía con el agua que caía de la ducha.

Cuando su cuñada llamó a la puerta, casi una hora más tarde de lo convenido, la dulce Viridiana estaba lista.

-          Sé que estás triste porque hemos escondido a tu muñeca. No te preocupes, verás como pronto puedes volver a jugar con ella… y conmigo – le dijo Hugo a su sobrina justo antes de abrirle la puerta a la mujer.

-          Vale, tito.

Hugo dio paso a su cuñada con la mejor de sus sonrisas.

-          ¡Hola! ¿Qué tal la noche?

-          ¡Genial! ¿Y vosotros?

-          Nosotros lo hemos pasado estupendamente. Hemos jugado, hemos reído, e incluso hemos tomado chocolate caliente para desayunar. ¿Verdad Viry?

-          Sí.

-          ¿En serio? Me parece muy bien. 

-          Es una lástima que tengas que llevártela. Lo hemos pasado tan bien. Hasta el fin de semana que viene no vuelven las niñas y estaré muy solo hasta entonces.

-          ¡Oh, vaya! ¿Acaso no trabajas?

-          No – apuntó Hugo negando con la cabeza -. Precisamente me tomé estos días para hacer algunos arreglos en la casa.

-          Uhm… lo cierto es que las niñeras cuestan una fortuna… ¿tú qué dices, Viry? ¿te apetece quedarte en casa de tu tío toda la semana?

La niña salió corriendo hacia su mamá, pegó su carita a su muslo, aferrándose a su minifalda como si le fuese la vida en ello; temblando como una hoja en otoño empezó a gimotear.

-          Pero Viri… ¿qué tienes?, ¿qué sucede? – preguntó su mamá muy confusa.

Hugo se puso lívido, la sangre no le llegaba al cerebro. Pensó que todo estaba perdido, que la niña iba a delatarle, que toda su vida tal y como la conocía hasta ese momento iba a desaparecer de un plumazo por la estupidez de una mocosa resentida.  Buscó una excusa que no encontró, optando entonces por callar y esperar.

-          Dime, ¿qué pasa, mi vida?

-          ¡Mami, mami… quiero quedarme con tito Hugo! ¡Quiero quedarme! ¡Quiero quedarme…! – chilló la niña desacoplándose, con una incontinencia verbal desconocida en ella.

El corazón de Hugo volvió a latir…

-          ¡Vale, vale! Está bien, está bien…

… y su verga a endurecerse al ver a el vivo fulgor de los ojos de su pequeña sobrina…

-          … puedes quedarte.



… fijos en su entrepierna.


Fin.

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