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jueves, 30 de enero de 2020

La pajera


Eran las doce de la noche, y el parque de detrás de la casa de Susana estaba desierto. En un rincón poco iluminado, Susana y su novio, sentados en un banco, se besaban y se metían mano, sobre todo él. que le sobaba las tetas sobre el vestido.

-Susanita, estoy muy cachondo. ¿Cuándo me vas a dejar follarte?

-No insistas, Paco. Siempre lo mismo.

-Es que te deseo, Susana. Tengo la polla a reventar.

-¿Te hago una paja? - le dijo, llevando su mano al duro paquete del chico.

Llevaban saliendo un par de meses, e iban muchas noches a ese rincón del parque a besarse. Al poco de empezar a salir él ya quería acostarse con ella, pero Susana no estaba segura. Paco no tenía muy buena reputación en el barrio, pero con ella no se portaba mal, Susana quería que la primera vez fuera especial, y Paco....bueno. A lo mejor dentro de un tiempo.

Al mes de salir, le hizo su primera paja. Se estaban besando casi a oscuras, en su rincón especial. Paco le cogió una mano y la llevó hasta su polla, que se había sacado sin que ella se diera cuenta. Susana, al sentir el roce de la primera polla que tocaba, dio un respingo y apartó la mano. Paco se la cogió y la volvió a llevar hasta su polla.

-Mira como estoy, Susana. Es por ti.





Había muy poca luz y apenas la veía, pero la sentía. La agarró. Se sorprendió de lo caliente y suave que era. Paco, con su mano sobre la de ella le indicó como hacerlo. Al poco le soltó la mano y ella siguió sola, subiendo y bajando a lo largo que la dura polla. Oía gemir a Paco, que se dejaba hacer cerrando los ojos. A los pocos minutos, notó que la polla de tensaba y tenía espasmos. En su mano sintió un líquido caliente.

-¿Te has corrido?

-Uf, ya lo creo, Susanita. Vaya paja. Pero coño, me he puesto perdido. Espero que mi madre no se de cuenta.

Con unos pañuelos de papel se limpiaron y se fueron.

A partir de ese día, cuando Paco se ponía muy pesado con follarla, le hacía una paja y él se calmaba un par de días. A ella le gustaba hacerlo, Se ponía cachonda, su coño se mojaba. Una de los días, después de que Paco se hubiese corrido, ella le pidió que le hiciera lo mismo a ella. Pero Paco resultó muy torpe. No sabía acariciarla bien. Solo frotaba y frotaba y terminó por enfriarla. Ya no se lo volvió a pedir más. Susana se las arreglaba después en su casa, a solas en su cama.

Así que esa noche, cuando él volvió a pedirle que se acostaran, se dispuso a hacerle una paja. Le pasó la mano a lo largo de la polla sobre el pantalón.

-Ummm Sí, hazme una de tus estupendas pajas.

Le bajó la cremallera y le sacó la polla. Le gustaba la sensación que le daba la polla en la mano. Su coñito se empezó a mojar. Si él fuera más cariñoso, si la acariciase como era debido, a lo mejor lo dejaría follarla. Pero no era así. Buscaba sólo su placer. Quizás sería mejor dejarlo. Pero empezó a subir y bajar la mano.

Paco cerró los ojos y se dejó hacer hasta que con gran placer se corrió. Ya no se manchaban como la primera vez, pues Susana apuntaba hacia adelante y la corrida caía al suelo. Cuando abrió los ojos, delante de ellos había un hombre, mirándolos. Paco, que era un descarado, le dijo:

-¿Qué? ¿Te ha gustado mirar como mi novia me ha hecho una paja?

El hombre no dijo nada. Susana, que no lo había visto llegar, se sobresaltó un poco. Seguía con la polla de Paco en la mano.

-Por 10 euros te hace una paja a ti.

-! Paco ! ¿Estás loco?

-Tienes razón, Susy, es poco. 20 euros. No se hable más.

No veían bien al hombre, pues la única farola que iluminaba aquella parte del parque la tenía detrás. Parecía mayor. Entonces, el extraño habló.

-Sólo tengo 15.

-Ummmm, bueno, has tenido suerte. Hoy es día de rebajas - rió Paco.

El hombre se acercó. A Susana le empezó a latir el corazón con fuerza. Habría matado a Paco, pero una extraña sensación la invadió. Era extraño, pero la idea de hacerle una paja a un desconocido la excitó.

-Tío, antes los 15 euros - dijo Paco.

Metió la mano en un bolsillo y sacó el dinero. Paco alargó la mano para cogerlo, pero Susana se le adelantó. Sintió la cálida mano de aquel desconocido, que le dio el dinero. En cuanto Susana se guardó el dinero, Paco la cogió de la mano, tiró de ella y salieron corriendo. Paco se reía.

-Jajaja. Ahí te quedas, tonto-del-culo! jajaja.

Corrieron como descosidos. Cuando estuvieron lejos, se pararon. Jadeaban.

-Jajaja. Dame el dinero, Susana.

-De eso nada.

-No seas cabrona. La idea fue mía.

-Pero la paja la iba a hacer yo.

-¿Qué paja?

-Ah, lo que cuenta es la intención! jajajaja

-Joder, Susy. Al menos dame el billete de 5.

-Bueeeeno.

Cuando más tarde Susana se acostó y se empezó a masturbar, no dejaba de pensar el aquel hombre. Si Paco no la hubiese sacado de allí, lo hubiese hecho. Le habría hecho la paja a aquel hombre. Sin saber quien era. Sin verle la cara. Le abría bajado la bragueta, le hubiese sacado la polla y se la hubiese tocado hasta hacerlo correr. Cuando el orgasmo la atravesaba pensaba en la desconocida polla estallando en su mano.

A los pocos días se olvidó del asunto. Y dejó a Paco. Se dio cuenta de que era un capullo. Verlo dándose el lote con una chica ayudó.

Una tarde cogió el ascensor para subir a su casa. Don Anselmo, un vecino, le abrió la puerta.

-Buenas tardes, don Anselmo.

-Buenas tardes, Susana.

Él pulsó el octavo, el piso de Susana, y el quinto, el piso de él. Cuando el ascensor empezó a subir, Anselmo la miró.

-Me debes 15 euros.

Un escalofrío recorrió la espalda de Susana. Miró a don Anselmo.

-¿Qué?

-Que me debes 15 euros. No hiciste lo que prometiste.

Don Anselmo era un hombre viudo de unos 55 años. La miraba con unos ojos penetrantes.

-Yo...lo siento. Fue mi novio...bueno, ex novio.

-No es mi problema. Quiero mi dinero.

Susana no tenía el dinero. Ya se lo había gastado.

-Puedo...hacerlo, si quiere.

No podía creer lo que había dicho. Le estaba diciendo a don Anselmo que estaba dispuesta a hacerle la paja que ya había pagado. Aquella sensación que sintió esa noche volvió. El hormigueo en el estómago.

Él no dijo nada. El ascensor se paró en el quinto piso. Anselmo salió y mantuvo la puerta abierta. Susana dudó un segundo y también salió. Lo siguió hasta la puerta de la casa y luego entró. Él cerró la puerta tras de si.

El corazón de Susana latía como loco.

"Estás loca. En casa de un hombre que podría ser un maníaco. Que podría violarte o algo peor". No dejaba de pensar en eso. Pero tampoco podía de dejar de pensar en lo que estaba a punto de hacer.

Anselmo miró a la hermosa muchacha. Cuando la otra noche la descubrió con aquel chico a la escasa luz de aquella farola, no pudo dejar de mirar como la chica movía la mano. Casi no se veía, pero lo poco que se atisbaba era muy erótico. Y ahora, se lo iba a hacer a él. Susana era morena, con el pelo rizado en una melena hasta los hombros. Guapa de cara. Y parecía simpática. Siempre lo había saludado con respeto. Y ahora, esa preciosa chica le iba a hacer una paja.

Desde que se quedó viudo, hacía ya cinco años, no había vuelto a tener relaciones con ninguna mujer. No tenía hijos, pero Susana podría haber sido, por edad, su hija. Tendría 14 o 15 años, no más.

Pasaron al salón. Los dos se miraron. Susana aguantó la mirada. No era una chica tímida. Ninguno sabía que decir.

-Bueno, Susana. ¿Estás segura?

-Yo sí. ¿Usted?

-Sí.

Él se sentó en un amplio sofá. Susana miró su entrepierna. Había un bulto. La polla de don Anselmo ya estaba dura. Se acercó a él y se sentó a su lado. Lo miró a los ojos, y después a la bragueta. Acercó su mano y la puso sobre el bulto. Apretó. Estaba muy dura.

Anselmo empezó a respirar más profundamente. Ahora estaba claro que ella lo iba a hacer. Le estaba tocando la polla sobre el pantalón. Su mano lo estaba tocando. Recorrió su dura polla con sus dedos. Le bajó la bragueta, y, lentamente, metió la mano.

Susana tocó la caliente y dura polla, la segunda que tocaba. Con dificultad la sacó y se quedó mirándola. La de Paco siempre la había tocado casi a oscuras. Ahora había buena luz. Ahora podía ver aquella polla en todo su esplendor. Sin duda era más grande y más gorda que la de Paco. La agarró por la base. La cabezota estaba tapada por un poco de piel. Sentía en su mano el latir del corazón de don Anselmo a través de aquella preciosa polla.

Lo miró a los ojos. Sonrió. Él también.

-Es grande su polla.

-Mueve la mano, por favor.

Empezó la paja. Lentamente, apretando. Cuando la mano bajaba toda la punta aparecía. Parecía un champiñón. Don Anselmo se dejó caer contra el sofá, se relajó y disfrutó de la visión de aquella chilla que acariciaba su polla de una manera delicada y placentera.

-¿Le gusta?

-Ummmm mucho...lo haces muy bien...Más rápido, hazlo más rápido.

Susana aumentó el ritmo. Le gustaba sentir aquella polla en su mano, verla aparecer y desaparecer. Y también le gustaba oír como don Anselmo gemía. Como la miraba, su mirada. La hacía sentir muy bien.

-Será mejor que se quite los pantalones.

-¿Por qué?

-Se va a manchar cuando se corra.

-Ah...bueno, no...ummmmm importa. Ahora estoy aggggg muy a gusto. No pares...sigue.

Tan pendiente estaba Susana de la polla, que no se dio cuenta de que estaba empapada. Que su coño se había mojado. Cuando movió sus muslos y se rozó, sintiendo placer, fue consciente de lo que estaba disfrutando haciéndole la paja.

Movió la mano más rápido. De la punta de la polla empezó a salir un pegajoso líquido transparente. Él cerraba los ojos, disfrutando.

-Susana...me voy a correr...Dios mío, que placer...agggggggggg

Ella clavó los ojos en la punta de la polla. Sintió como se ponía un momento rígida para después soltar un chorro espeso que alcanzó unos 10 centímetros en el aire antes de caer sobre su mano. Don Anselmo gemía de placer, mientras más chorros fueron saliendo de su polla. La mano de Susana quedó cubierta del caliente y espeso semen. Fueron como cinco o seis espasmos, cada uno con una expulsión de la leche del hombre, cada uno con menos fuerza que el anterior. Cuando dejó de salir, apretó la polla desde la base y subió la mano. Obtuvo un poco más de aquel espeso líquido.

Susana se miró la mano. La movió delante de sus ojos. La sensación de aquello tan caliente le gustó. Miró a don Anselmo y sonrió.

-¿Le ha gustado, don Anselmo?

-Susana, hacía mucho tiempo que no sentía tanto placer. Gracias...gracias.

-No hay de qué. La verdad, me ha gustado hacerle una paja.

-Puedes tutearme.

-Vale. Me ha gustado hacerte una paja, Anselmo.

-Espera. Te traeré algo para que te limpies la mano.

Se guardó la polla en el pantalón, que se había manchado de semen y fue al baño. Regresó con toallitas húmedas. Susana cogió un par y se limpió.

-De verdad, gracias Susana. Para mi ha significado mucho. Desde lo de mi mujer no había...ya sabes. tenido ninguna relación sexual con otra mujer.

-¿Cuándo fue?

-Hace cinco años.

-Lo siento.

-Bueno, son cosas de la vida.

-Me tengo que ir ya, Anselmo.

-Te acompaño a la puerta.

Cuando ella salió, se dio la vuelta y miró al hombre.

-Si otro día quieres, ya sabes. Estaré encantada.

-¿Mismo precio?

Susana, de repente, se dio cuenta de lo que estaba pasando. No había pensado en el dinero. Le había gustado hacerle la paja, y lo hubiese vuelto a hacer otra vez sin pedir dinero a cambio. Pero él lo se lo había ofrecido. ¿Qué mas daba si se ganaba un poco de dinero haciendo algo que le gustaba?.

-Sí. Mismo precio.

-Vale. te avisaré. Déjame tu número de móvil.

-

Se lo dio y se fue. Subió los tres pisos a pie. Cuando entró en su casa se fue a su cama. Sus padres aún no habían llegado. Estaba muy cachonda. Se quitó las bragas y se empezó a acariciar el mojado coño, recordando la dura polla de Anselmo. Recordando como se corrió él, se corrió ella.

Quedó relajada, sobre la cama. Cuando él la llamara, iría a su casa y le haría una paja por 15 euros. Dar sexo por dinero lo hacían las putas. Pero ella no se consideraba una puta. Sólo eran pajas. Según Clinton, aquello ni siquiera era sexo. Y si se ganaba un dinerillo, pues mejor que mejor.

Anselmo, por su parte, estaba sorprendido de si mismo y de Susana. De si mismo por haber permitido que una muchacha tan joven los masturbara. Siempre se había considerado un buen hombre. Jamás había ido con prostitutas. Aquella noche, cuando descubrió a la pareja en el parque - y no era a la primera que descubría - pensó hacer como otras veces, darse la vuelta y marcharse. Pero se acercó y miró. Reconoció a la chica, su vecina. Y eso hizo que se quedara. Cuando ellos salieron corriendo con su dinero, sintió rabia Se dijo que había sido un tonto, como le gritaba riendo aquel chico. Por eso, cuando se encontró después con Susana le pidió el dinero. Sólo quería el dinero. Y terminó corriéndose en su mano.

Estaba sorprendido de Susana. Hasta ahora la había visto como a una chica normal. Una jovenzuela más. Pero la manera en que actuó, segura de si misma, la hacía parecer mayor, más madura. Además. era linda, sexy, y el placer que la había dado fue un punto de inflexión en su vida. Placer que quería volver a sentir.

Tres días después, le mandó un mensaje.

"Soy Anselmo. ¿Puedes venir?"

Susana estaba viendo la tele cuando oyó el bip-bip de su teléfono. Al leer el mensaje, se estremeció. El corazón le latió con más fuerza. Respondió.

"Sí. No tardo".

-Mamá, voy a dar un vuelta con las chicas.

-Vale tesoro.

Salió por la puerta y cogió el ascensor, parando en el quinto. Comprobó que no había ningún vecino mirando y tocó en la puerta de Anselmo. Él le abrió la puerta.

-Hola Susana. Pasa.

-Hola.

Ya conocía el camino y se dirigió al salón. Anselmo la seguía. Se sentó en el sofá y él se sentó a su lado. Ambos sabían por qué estaban allí, pero sólo se miraron. Al los pocos segundos, Susana habló.

-¿La tienes dura?

-Sí.

Alargó una mano y lo acarició, recorriendo la polla en toda su extensión. El coño se le empezó a mojar, los pezones a endurecer.

Anselmo llevaba unos pantalones, y Susana no quería que se manchara otra vez.

-Bájate los pantalones, para que no te manches.

-Vale.

Anselmo se levantó y se los bajó hasta los tobillos, seguidos por los calzoncillos Su dura polla quedó mirando hacia Susana. Ella, hasta ahora, las había tocado sacándolas por la bragueta. Ahora era la primera vez que la veía completa. La primera vez que vio sus pelotas. La polla parecía más grande aún. La miró. Le gustaba aquella polla. Anselmo se volvió a sentar y se quitó los pantalones y los calzoncillos con un golpe de sus pies.

Susana la agarró. Tan dura, tan calienta. Tan grande. Empezó a mover la mano, lentamente, disfrutando de la sensación. Anselmo también disfrutaba. La miraba a ella, que tenía sus ojos fijos en su polla.

-Ummm Susana...que bien lo haces.

No dijo nada, siguió mirando la polla. La soltó un momento y llevó su mano a los huevos. Los acarició con delicadeza, cogiéndolos en la palma de su mano. Él gimió, así que los siguió acariciando y llevó su otra mano a la polla.

-Agggg así....así....

La excitación de Anselmo provocó que la polla empezara a soltar líquido pre seminal. Susana, al verlo, lo empezó a esparcir por el glande usando su dedo pulgar, aumentando aún más el placer del hombre, que se movía sobre el sofá, gimiendo de placer.

-Susana...¿Podrías ponerte en el suelo, entre mis piernas?

-Claro.

Anselmo separó las piernas y la muchacha se arrodilló entre ellas. Él se echó hacia atrás, casi recostándose en el sofá. La mano de Susana volvió a agarrar la polla. Ahora podía ver la cara de él y la polla al mismo tiempo. Con la derecha subía y bajaba por la polla y con la izquierda acariciaba sus huevos.

Él, con la boca abierta, temblando de placer, miraba a aquella preciosa chica arrodillada entre sus piernas, con su polla en la mano, pajeándolo cada vez más rápido. Ella sonreía. Sin que él se diera cuenta, frotaba sus muslos entre si. dándose un suave placer en su encharcado coñito. Cuando volviera a casa, se haría una buena paja.

-Susana...me voy a...correr...

-Córrete Anselmo. Dámelo todo. Córrete para mi.

Había visto algunas películas porno. En ellas, las mujeres les decían cosas a los hombres. Por eso se las dijo a él. Y le gustó decirlas. Se sentía bien diciéndolas.

Se preparó para el espectáculo. Anselmo se tensó, estiró las piernas, cerró los ojos y su polla lanzó un potente chorro de espeso semen, seguido por tres más menos fuertes. Después, dos más que cayeron por la mano de Susana, que miraba embelesada como aquel maduro hombre se corría entre sus manos.

Anselmo abrió lentamente los ojos. Lo primero que voy fue la sonrisa de la linda muchacha, que tenía los ojos clavados en su polla. Después lo miró a él.

-Wow, Anselmo, vaya corrida. ¿Te ha gustado la paja?

-Ya lo creo, Susana. Me ha encantado...Gracias...muchas gracias. No sabes lo que esto significa para mi.

La polla perdió parte de su dureza, pero Susana no la soltaba. Con el semen estaba más suave. Movía su mano lentamente.

-Ahí, en la silla, tienes un paño para limpiarte - dijo Anselmo.

-Lo tenías todo previsto, ¿eh?

-Sí - respondió, sonriendo.

Susana se levantó, cogió el paño y se limpió las manos. Miró a Anselmo, que seguía en la misma postura, descansando después del inmenso placer recibido. Su polla ya descansaba sobre su pubis. Se acercó y le limpió con el paño los restos de semen.

-Gracias, Susana.

-De nada. Me voy ya.

-Vale.

Se dio la vuelta para irse a su casa.

-Eh. Espera. Tengo que pagarte.

Se paró en seco. Ya se iba y ni se había acordado de los 15 euros. Se dio la vuelta. Anselmo se levantó, buscó su cartera y le dio el dinero. Ella lo cogió, con una sonrisa.

-¿Puedo llamarte más?

-Siempre que quieras.

Le iba a decir que le encantaba hacerle pajas, pero no se lo dijo. No quería parecer una cualquiera.

-Bueno, pues hasta la próxima, Anselmo.

-Hasta la próxima...Espera, no es conveniente que te vean salir de mi casa.

Anselmo abrió y se aseguró que nadie miraba. Le hizo una seña y ella se fue.

Susana subió las escaleras contenta. Mira que olvidarse del dinero. Se encerró en su cuarto y se masturbó, recordando como la polla se corría en su mano. Le encantaba sentir como palpitaba, y como se contraía cuando echaba su leche.

Las pajas a Anselmo si hicieron habituales. Dos o tres veces por semana la llamaba y ella iba a su casa. Ya nunca más se olvidó del dinero. Empezó a reunir. Lo escondía en su armarios.

Cuando se compró el primer pantalón, el cual le costo 59'99 euros, se dijo, riéndose, que le había costado cuatro pajas. Cuatro pajas que había disfrutado haciéndolas.

Variaban mucho la manera de hacerlos. Una veces, ella arrodillada entre sus piernas. Otras, sentada a su lado. Incluso  a veces los dos de pie. Ella se ponía a su lado, le bajaba la bragueta, le sacaba la polla y lo pajeaba hasta que su leche terminaba en el suelo.

Una tarde, Susana estaba a su lado, moviendo la mano a lo largo de la polla. Anselmo la miraba.

-Eres preciosa.

-Gracias.

-Susana...¿Puedo acariciarte?

Lo miró. Nunca había pensado en que él la tocara. Estaba cachonda, sí, pero lo habitual era que después de la paja ella fuera a su casa a rematar la faena. Anselmo notó que ella dudaba.

-Lo siento..no tenía que habértelo pedido.

-No pasa nada. Es sólo que me has cogido por sorpresa.

-Te pagaría más.

Susana se puso a pensar. Tenía la polla en la mano, le estaba haciendo una paja. ¿Qué más daba si él la tocaba?.

-Vale. Puedes acariciarme.

Ella siguió con la paja. Esperaba que Anselmo acercase una mamo y le tocara las tetas, o algo así. Sin embargo, la mano la llevó a su cara. Acarició sus mejillas, sus labios. Las manos de Anselmo eran cálidas y suaves. Y la caricia era muy tierna. Le gustó, al punto de entrecerrar los ojos.

Anselmo después llevó su mano a su cuello, a su barbilla, rozándola a penas. Miraba a aquella hermosa chica que tanto placer le daba con su mano. Acarició sus clavículas, y lentamente fue bajando, sobre la blusa. Notó las duras tetas. Abarcó una con su mano, sopesándola con delicadeza.

Que distinto de su ex novio, que le amasaba las tetas como si fueran masa para pan. Anselmo lo hacía con suavidad. Le encantaba. Se estremeció. Sintió que la piel se le ponía de gallina.

Se miraron a los ojos. Los sonrieron. Susana empezó a respirar por la boca. Sus labios se secaban y ella sacaba la lengua para humedecerlos. Para Anselmo era la viva imagen del erotismo.

Acarició las dos tetas de la bella joven. Su excitación era máxima. No aguantaría mucho aquella mano que subía y bajaba por su polla. La mano de Anselmo siguió bajando poco a poco..por su barriga, hasta llegar a la falda. Siguió la falda hasta medio muslo, en donde terminaba. Rozó la suave piel. Susana se estremeció. Su coño era ya un mar de excitación.

Aquella suave mano se metió por debajo de la falda, y se dirigió a su coñito. La respiración de los dos se aceleró.

En cuando los dedos de Anselmo tocaron las braguitas, Susana cerró los ojos. Y sintió en su mano el calor del semen del hombre, los espasmos de la polla. Anselmo no pudo más y se corrió entre gemidos de placer.

Ella no la soltó. Siguió agarrándola, con los ojos cerrados. Notó los dedos de Anselmo recorrer su rajita sobre las bragas. Abrió más sus piernas invitando al hombre a seguir.

Anselmo se sorprendió de lo mojada que estaba Susana. Aquellas bragas estaban empapadas. La miró. Ella tenía los ojos cerrados. Subió la mano y la metió por debajo de la prenda. Cuando sus dedos recorrieron aquella hendidura, Susana empezó a gemir.

-Ummm Anselmo...que rico.

Cuando Paco le había tocado el coño, no sintió ningún placer. Fue un bruto, un inútil. Pero ahora, Anselmo le estaba dando mucho placer. Sus dedos recorrían su coño con cuidado, acariciando cada pliego. Y cuando encontraron su clítoris no se lanzaron a frotarlo desesperadamente. Recorrieron círculos a sus alrededor, lentamente, y después lo frotaron, apenas rozándolo.

Por primera vez, un hombre hacía que Susana se corriera. Fue un fortísimo orgasmo que la atravesó de pies a cabeza, haciendo tensar todo su cuerpo, apretando la polla que tenía agarrada con la mano.

Cuando el placer pasó, abrió lentamente los ojos. Él la miraba

-Parece que te ha gustado.

-Anselmo...has sido...maravilloso...Que placer.

-El placer ha sido mío.

Como siempre, se limpió la mano con el paño que Anselmo siempre tenía listo. Se sentía muy relajada.

-Me tengo que ir ya, es tarde.

-¿Cuánto de debo?

-Quince, como siempre. No te voy a cobrar más por el gustito que me has dado.

-Gracias..Susana

Le dio lo quince euros.

-Oye, Susana...otra cosa.. Espero que no te moleste..pero....le he hablado de ti a un amigo.

-¿De mi?

-Sí. Ya sabes, de lo que haces. A él también le gustaría que tú...

-Le hiciera pajas.

-Sí.

-No sé, Anselmo. A ti te conozco. Eres agradable. Con un desconocido..no sé.

-Lo haríamos aquí, en mi casa, y yo estaría presente. Es buena gente.

"Dos pollas...30 euros..el negocio prospera", pensó Susana, y no pudo dejar de reír.

-¿De qué te ríes?

-Jaja, no, de nada. Bueno, podemos probar. ¿Qué edad tiene?

-Es como yo, más o menos.

-Pues...de acuerdo.

Siempre que Susana la hacía una paja a Anselmo, después, en su casa, se hacía ella una. Ese día no. Anselmo se la había hecho. Y había sido maravilloso. Jamás había sentido tanto placer.

Sin embargo, cuando se acostó a dormir más tarde, se acordó de lo que él le había dicho, lo de su amigo. Quizás la próxima vez serían dos hombres a los que masturbar en vez de uno. La idea comenzó a excitarla y se acarició hasta gritar contra la almohada para que sus padres no oyeran sus gritos de placer.

Deseaba que Anselmo la llamara. Deseaba tocar una nueva polla.

Dos días después, a la hora habitual, recibió un mensaje de Anselmo, pidiéndole que viniera. Le respondió que bajaba enseguida. Sólo de pensar en lo que podría pasar, se excitó. Se puso la falda del otro día y se fue, despidiéndose de su madre.

La puerta de la casa de Anselmo estaba abierta, así que no tuvo que tocar. Entró y cerró. Él la esperaba.

-Hola Susana. Mi amigo está en el salón. Si no estás segura de esto, no pasa nada. Le diré que se vaya.

-Estoy segura. Vamos.

Anselmo le sonrió.

Entraron juntos al salón.

-Susana, este es Julio, el amigo de quien te hablé.

-Hola Julio.

-Hola Susana.

Julio no la miró directamente a los ojos. Susana enseguida notó que estaba un poco cortado, avergonzado. Lo observó. Más delgado que Anselmo, más o menos de su edad y estatura. Ni guapo ni feo. Normalito.

-Bueno, todos sabemos a lo que he venido, ¿no? Empecemos - dijo, sonriendo

El sofá era amplio, así que Susana se sentó al lado de Julio, y Anselmo al otro lado, dejándola en medio. Susana miró a los dos hombres. A Anselmo se le notaba ya la polla dura bajo el pantalón. A Julio nada. O la tenía pequeña o no la tenía dura. Puso su mano derecha sobre la polla de Anselmo, empezado a sobarla. La mano izquierda la llevó a la de Julio. Estaba floja,

-¿No te gusto? - le preguntó a Julio, mirándolo a los ojos.

-Sí, claro que me gustas...pero es que estoy un poco cortado.

-Cierra los ojos. Olvídate de donde estás.

Julio lo hizo. Susana empezó a acariciar sus entrepiernas. Con la otra mano bajó la bragueta de Anselmo y sacó su conocida polla. Le sonrió. Con alegría notó que la polla de Julio empezó a reaccionar. Le bajó también la cremallera y se la sacó. La terminó de poner dura con la mano.

Susana tenía ahora una dura polla en cada mano. Empezó las pajas, y los dos hombres empezaron a gemir. Julio abrió los ojos y miró como Susana subía y bajaba su mano a lo largo de su polla. Aquella preciosa jovencita le estaba haciendo una soberana paja. Eso bien valían los 15 euros. Hubiese pagado más.

-Bueno, chicos, bájense los pantalones, no vayamos a mancharlos.

Los dos hombres se los dejaron en los tobillos. Susana miró las dos pollas, agarrándolas otra vez.

-Vaya, dos preciosa pollas, bien duras. A ver quien se corre primero.

El coño le ardía. Abrió sus piernas hasta que sus rodillas chocaron contras las piernas de Julio y Anselmo. Deseaba que cualquiera de los dos metiera su mano por debajo de su falda y la acariciara. Los pezones, duros como diamantes, se le marcaban en la camisa.

Julio gozaba de la maravillosa paja. Miraba a Susana, preciosa. El movimiento de sus manos hacía que sus tetas dieran saltitos. Se le marcaban los pezones. ¿Podría ser que aquella chiquilla se pusiese cachonda tocándole le polla? Su excitación subió.

-Susana... ¿Puedo tocarte? - preguntó Julio.

Iba a responderle que sí, que la tocara, que le metiera mano, pero antes de poder abrir la boca, Anselmo habló.

-Julio, ya te dije que nada de tocar. Sólo toca ella.

Susana miró a Anselmo, sorprendida. Él le hizo un gesto y sonrió.

Continuó con las pajas. Ellos cada vez gemían más. De la punta de las dos pollas manaba líquido pre seminal que Susana esparcía por los glandes. El primero en dar avisos de que se iba a correr fue Julio, así que Susana se concentró en la polla de la mano izquierda. Sintió las contracciones de la polla y como el primer chorro salía. La corrida no fue tan espectacular como las de Anselmo. La leche no salía disparada, sino que salía sin fuerza y caía por su mano y por la polla. Pero era caliente y abundante. Le encantó verla salir, oyendo gemir a Julio. Él tenía los ojos fuertemente cerrados y una mueca de placer en el rostro.

La polla de Julio dejó de manar y él se relajó. Susana no soltó la polla. La siguió agarrando con la mano cubierta del semen del hombre. Se giró hacia Anselmo.

-Bueno, ahora te toca a ti.

En menos de un minuto la polla de Anselmo estalló. Él sí que lanzó unos buenos chorros en el aire, que cayeron sobre su barriga y después sobre la mano de Susana.

-Bueno, ya están los señores servidos - les dijo, sonriendo.

La polla de Julio perdió dureza. La de Anselmo quedó a media asta. Susana se levantó, cogió el paño, se limpió las manos y luego a ellos. Extendió las dos manos, con las palmas hacia arriba. Los dos hombres sacaron el dinero de los bolsillos de sus camisas y se lo dieron.

-Gracias, caballeros. Es un placer hacer negocios con ustedes.

Anselmo se subió los pantalones y la acompañó a la puerta. Antes de abrir, ella le preguntó.

-¿Por qué no has dejado que Julio me tocara?

-Yo.....no lo sé. Simplemente no quería que lo hiciera.

-Pues ahora me he quedado muy caliente.

-Yo...lo siento, Susana.

Susana lo miró y recordó el placer que el otro día él le había dado. Sacó el dinero que ellos le habían dado y cogió 15 euros. Miró a Anselmo a los ojos mostrándole el dinero.

-¿Me haces una paja?

Anselmo se sorprendió una vez más con aquella muchacha.

-Guárdate el dinero. Te haré todo lo que quieres. Espera en la cocina. Me libraré de Julio.

Ella entró en la cocina y cerró la puerta. Esperó.

Anselmo volvió al salón, en donde Julio ya se había adecentado.

-Tenías razón, Anselmo. Esa chica es preciosa. Vaya pajote que me ha cascado. Creo que repetiré más veces. Verás cuando se lo cuente a los demás.

-No se lo digas a nadie, coño. No tenía que habértelo dicho.

-¿Qué pasa? Sólo es una putita.

-No es una putita.

-Pues bien que cogió los 30 euros después de las pajas.

-Bueno, veta ya. Tengo cosas que hacer.

-Tranquilo, que ya me voy.

Maldito Julio. Ahora se arrepentía de habérselo contado. No la dejó tocarla porque la quería sólo para él.

"Joder, que tonto soy. No es mía", se decía mientras iba a buscarla a la cocina. Abrió la puerta y allí estaba ella, sentada en una silla, esperándolo.

-¿Ya se ha ido?

-Sí. Ven

Le tendió la mano y ella la cogió. La condujo de nuevo al salón. Lo hizo sentar en el sofá, en el mismo lugar que en donde hacía poco les había hecho una paja a cada uno.

-Me he quitado las bragas.

Abrió las piernas ligeramente. Necesitaba desahogarse. El coño lo tenía palpitando. Miró Anselmo, que sentado a su lado la miraba.

Como la otra vez, acarició con dulzura su cara, su cuello, y después, sus tetas. Ella lo miraba, mordiéndose el labio.

Pero esta vez no siguió bajando. La miró a los ojos y empezó a desabrochar los botones de la camisa de  Susana. Ella no dijo nada. Lo dejó continuar.

Uno a uno los fue abriendo, hasta llegar al último. Entonces, despacito, abrió la blusa. Las tetas de Susana estaban enfundadas en un sostén blanco, normalito, pero que a Anselmo le pareció precioso. Llevó su mano izquierda hacia aquellas dos tetas y empezó a acariciarlas. Enseguida notó los duros pezones. Por encima de la fina tela, los pellizcó con suavidad.

Susana gimió de placer. Aquellos dedos en sus duros pezones la hacían estremecer. Sin que él se lo pidiera, metió sus manos por su espalda y se desabrochó el sujetador. Anselmo se lo quitó.

-Son preciosas, Susana. Toda tú eres preciosa.

-Gracias.

Ahora acarició aquellas dos lindas tetas con las manos. La piel era suave y caliente. Atrapó con el pulgar y el índice uno de los pezones. Lo apretó y arrancó nuevos gemidos de Susana.

Tenía que besarla. Ella tenía los ojos cerrados. Anselmo no se pudo resistir y acercó sus labios a los de ella. El beso fue suave. Susana no lo rechazó. Ni siquiera abrió los ojos. Así que la volvió a besar, abriendo los labios.

Para su gozo, Susana abrió los suyos. Las lenguas se dieron un tímido saludo antes de abrazarse con fuerza.

Aquel beso que Anselmo le gustó mucho a Susana. Su boca no sabía a tabaco, como la de Paco. Sabía a menta. Todo el cuerpo de Susana temblaba. Y más cuando la mano que acariciaba sus tetas fue bajando hasta sus rodillas, para desde allí, empezar a subir hasta su desnudo coñito.

Gimió en la boca de Anselmo, que empezó a pasar sus dedos a lo largo de la rajita de su coño, arrancándole espasmos de placer. Le comía la boca sin dejar de masturbarla. Cuando juntó dos dedos y con las yemas acarició su inflamado clítoris, estalló en un fuerte orgasmo. Su espalda se arqueó sobre el respaldo del sofá y todos los músculos de su cuerpo se pusieron rígidos. Gracias a que su boca estaba tapada por la de él no se oyó su grito.

Los dedos de Anselmo se llenaron de los jugos de Susana. La dejó reposar tras su orgasmo, pero sin quitar la mano de su coño. La besaba en las mejillas, en los párpados. Ella levantó los ojos y lo miró, sonriendo. Se volvieron a besar.

Ella llevó su mano a la polla de Anselmo.

-La tienes otra vez dura.

-Es que me excitas, Susana. Eres tan sexy.

Le bajó la cremallera y le sacó la polla. Empezó una nueva paja al tiempo que él empezaba otra. Ahora, Anselmo metió dos dedos en la vagina de Susana, que se tensó cuando llegaron a su himen. Él notó es estrechamiento, y se sorprendió una vez más.

-¿Eres virgen?

-Sí.

Notó que la polla se ponía más dura.

-Le estás haciendo una paja a una mocita! jajaja

-Vaya...No lo esperaba

-Es que no he encontrado al chico adecuado, aún.

Se lo dijo mirándolo a los ojos. Unos bellos ojos brillantes en donde Anselmo se perdió. Él abandonó la vagina y volvió a acariciarla por fuera.

Susana estaba deseosa de probar cosas nuevas.

-Anselmo, arrodíllate en el sofá.

El la obedeció. Su mano no dejó de tocarle el coñito. Ahora su polla quedó frente a sus tetas. Ella la cogió y se acercó. Reanudó la paja.

-¿Te gustaría correrte en mis tetas?

Anselmo abrió los ojos como platos.

-Claro..Me encantaría.

-Ummmmm creo que una paja con corrida sobre mis tetas serán 20 euros. ¿Es justo, no?

-Sí, creo que es justo.

-Hoy invita la casa. Jajaja.

A los pocos segundos los dos gemían de placer. Susana no sólo por los expertos dedos que frotaban su clítoris con delicadeza, sin por tener tan cerca aquella polla que en pocos instantes le llenaría las tetas con su leche. Y Anselmo por tener a aquel bello ángel para él. La polla estaba a menos de 5 centímetros de los lindos pechos. Sintió que el momento se acercaba.

-Agggg Susana...Me voy a correr otra vez...

-Sí, sí...córrete en mis tetas. Llénamelas de leche...Yo también estoy a punto...

La segunda corrida de Anselmo no fue tan abundante como la primera, pero fue más placentera. Aún así, las dos tetas recibieron una buena dosis de semen calentito. Cuando Susana sintió aquel líquido caliente caer sobre sus tetas, estalló también.

Esta vez, sin nada en la boca, gritó a placer, sin dejar de mover la mano a lo largo de la polla para que no quedara dentro nada de su premio.

Cuando se miró y se vio las tetas con aquellos rastros blancos, se gustó. Aún tenía espasmos de placer.

Esta vez no utilizó el paño. Con sus manos se esparció el semen como si fuera alguna crema reafirmante, que aún no necesitaba. A su nariz llegó el olor del semen. Le gustó. Anselmo la miraba. Aquella chica lo seguía sorprendiendo a cada momento.

Cuando la fue a despedir a la puerta, ella, antes de irse, le dio rápido beso en los labios. Anselmo miró desde el quicio de su puerta como ella subía las escaleras.

Susana estaba feliz. Había hecho dos pajas a la vez, se había besado con Anselmo y él la había hecho correr dos veces. Y como premio final, se corrió en sus tetas. Se las tocó por debajo de la camisa. Estaban pegajosas. Tendría que darse una buena ducha.

Mientras se duchaba, recapituló sobre los acontecimientos recientes de su vida. Estaba claro en lo que se estaba convirtiendo. En un putilla que hacía pajas por dinero. Pero le gustaba. Se excitaba.

Sólo eran 'inocentes' pajas. No se dejaba follar. Eso ya eran palabras mayores. Ah, y no habían toqueteos. Sólo de Anselmo. Lo hacía tan bien.

Por ahora seguiría así. Sólo pajas sin dejarse tocar. Bueno, Anselmo sí. Julio no. Estaba segura de que Julio repetiría.

Pero no iba a hacer mucho negocio con sólo dos clientes. Tenía que ampliar el negocio. Se puso a pensar...

"Ummm paja  normal, 15 euros. Paja con corrida en mis tetas, 20 euros..A ver...Sí, paja con las tetas, 25 euros. No está mal el menú, jajaja".

Allí, en la ducha, se reía sola.

Ahora sólo le faltaban más clientes. Y un sitio tranquilo. Su loca cabecita se puso a pensar y encontró una solución.

Al día siguiente bajó a casa de Anselmo sin esperar a que él le mandara el mensajito. Tocó a la puerta. Cuando él abrió, se sorprendió de verla. La hizo pasar.

-Hola Susana, no esperaba verte hoy. ¿Todo bien?

-Sí, muy bien. Verás, es que quiero hablar contigo de una cosa que se me ha ocurrido.

-¿Sobre qué?

-Negocios. ¿Vamos al salón?

-Claro

La siguió. No entendía que quería Susana. Ella se sentó en el sofá. Anselmo a su lado, mirándola expectante.

-Verás, Anselmo...uf...no sé cómo empezar.

-Pues..por el principio.

-Jajaja. Claro. No hay mejor sitio. Pues..lo de ayer con Julio me ha abierto los ojos.

-No te entiendo.

-Hasta ahora, contigo, era como un juego. Un juego al que me encantaba jugar. - alargó la mano y la puso sobre la floja polla de Anselmo - Me encantaba hacerte pajas. Me encanta hacerte pajas.

La polla se empezó a poner dura.

-Y que tú me las hagas a mí. Eres el primer hombre que me hacer correr. Eres el primer hombre al que me gusta besar.

Anselmo la seguía mirando, aún sin entender a donde quería llegar Susana.

-Ayer, con Julio, me di cuenta de una cosa. Algo que me negaba a creer antes, pero que ahora ya está claro. Soy una puta.

-No digas eso. No eres ninguna puta, Susana.

-¿Cómo llamarías a una mujer que da sexo a hombre a cambio de dinero?

Anselmo no pudo contestar. Había muchas palabras para describirla. Puta era la más adecuada.

-Pues me he puesto a pensar. Me encanta hacerte pajas. Me gustó hacérsela a Julio. ¿Por qué no buscar más...clientes? Seguro que hay más hombres ahí fuera que estarían encantados de que les hiciera una buena paja.

La polla de Anselmo ya estaba dura del todo. Susana le bajó la cremallera y le sacó la polla. Empezó a hacer lo que tanto le gustaba, una lenta paja.

-¿Por qué me cuentas todo esto? - preguntó Anselmo

-Es que..necesito un sitio tranquilo en donde llevar el... negocio.

-¿Quéeee? ¿Me estás proponiendo .....?

-Sí. Que lo clientes vengan aquí. Es un buen sitio. Tranquilo. No levantaremos sospechas.

-¿Estás loca?

-No..piénsatelo. Si lo permites, no me tendrás que pagar nunca más. Me tendrás cuando quieras.

La polla estaba cada vez más dura. La mano de Susana se movía con más rapidez. Anselmo estaba a punto de correrse. Ella se acercó y lo besó en la boca. Él abrió la suya.

-Además, te podrías llevar parte de las ganancias.

-¿Te das cuenta de lo que me pides? Quieres que sea tu...chulo

-Llámalo como quieras.

Lo besó con pasión, aplastando sus tetas contra su pecho. Notó en su mano como la polla palpitaba y sintió como caía en su mano el caliente semen que Anselmo soltaba con fuerza. Su camisa y sus pantalones quedaron manchados. La mano de Susana seguía subiendo y bajando ahora más lentamente, apenas apretando.

-¿Qué me dices, Anselmo?

-No lo sé, Susana. No lo sé.

Anselmo se puso a pensar con rapidez. ¿Cómo le quitaría esa idea de la cabeza si fue él el que lo comenzó todo? Fue él su primer cliente. Fue él el que le consiguió el segundo. La veía muy segura. Sabía que lo haría, con él o sin él. Si le pasara algo no se lo perdonaría, así que lo mejor sería acceder. Al menos la podría vigilar y cuidad de que no le pasara nada malo.

-¿Lo harás de todas formas, verdad?

-Sí.

-Está bien. Trato hecho.

Lo abrazó y lo besó.

-Gracias Anselmo. No te arrepentirás.

-Espero que no.

-Anselmo....

-Dime

-Estoy cachonda. Hazme una pajita.

Anselmo se levantó y le tendió una mano. Ella la cogió. La llevó a su dormitorio.

-¿Confías en mi, Susana?

-Sí Anselmo.

Estaban de pie, uno frente al otro. Anselmo empezó a quitarle la camisa. Botón a botón, mirándola a los ojos. Cuando el último fue abierto, se la abrió para contemplar su torso. Después, se la quitó y la dejó sobre una silla. Susana se abrió el sujetador por detrás, y él se lo quitó. Admiró las hermosas tetas. Los pezones de veían duros. Lo comprobó con sus labios. Susana, cerrando los ojos, gimió de placer.

Sin quitar los labios del rico pezón que estaba chupando, Anselmo desabrochó la falda, que cayó a los pies de Susana. Ella empezó a temblar de excitación. Anselmo se incorporó y la besó, llevando sus manos al culito. Lo acarició sobre las blancas braguitas, atrayéndola hacia él.

-Déjame admirar tu belleza.

Se separó de ella para poder verla en todo su esplendor. Su cuerpo era precioso. Ella, divertida, se dio lentamente la vuelta, para que pudiese verla bien.

-¿Estoy buena?

-Eres la cosa más bonita que he visto en mi vida, Susana.

Se volvió a acercar a ella y la llevó a la cama. La hizo acostar y delicadamente le quitó las bragas. Susana estaba ahora completamente desnuda, en su cama. Tenía gana de abalanzarse sobre ella, besarla y....pero no lo hizo. Se acostó a su lado, apoyándose en un codo. La empezó a acariciar con las yemas de sus dedos, empezando por sus hombros.

Susana se sentía muy excitada. Y muy a gusto con aquel hombre. Cerró los ojos para sentir como aquellos dedos recorrían su piel. Con su sentido del tacto los siguió mientras bajaban por su piel. Apenas rozaron sus tetas, siguieron bajando. Su pezón derecho fue lamido. Una lengua caliente y húmeda describió círculos a su alrededor. No pudo evitar gemir de placer mientras sentía escalofríos por todo su cuerpo. La mano siguió bajando hasta llegar a su pubis, en donde se entretuvo. Los dedos jugaron con su vello púbico, enredándose con él.

Los jugos del coñito de Susana empezaron a rezumar. Casi los sentía bajar por su rajita.

-Agggg Anselmo...no puedo más...Tócame...

-Te estoy tocando

-Ummm no seas malo...tócame el coñito...echa fuego....

Abrió las piernas, esperado que aquellos expertos dedos siguieran bajando y la tocaran como él solía hacer. Que la hicieran estallar frotándola, acariciándola. Pero Anselmo siguió entrelazando sus dedos en su pubis, sin bajar más.

-Malo...eres malo....por favor...

Ella seguía con los ojos cerrados. La tensión de su cuerpo iba en aumento. La mano no bajó más. Lo que empezó a bajar fue su boca. Besito a besito, lamida a lamida, Anselmo fue bajando lentamente. Se entretuvo un poco en su ombligo, haciéndole cosquillas con la lengua. Y después, siguió bajando. Llegó al pubis, en donde su mano lo esperaba.

Ahora la mano si bajó, pero pasó de largo su anhelante sexo. Acarició los muslos, hasta llegar a la mitad de aquellas bellas columnas. La besó en el monte de Venus. Anselmo aspiró el olor de Susana. Olor a mujer. Un olor que casi había olvidado ya.

Aquellos besos tan íntimos tenían a Susana al borde del orgasmo, tensa, a la espera. Y, por fin, la boca de Anselmo llegó a su coño. La lengua recorrió la mojada rajita y cuando rozó el clítoris, Susana estalló. Levantó la espalda de la cama, arqueándose, tensando hasta la última fibra de su cuerpo. Largos segundos de dulce agonía. Quiso gritar, pero no tenía aire en los pulmones.

La tensión cesó. Quedó desmadejada sobre la cama. Su cuerpo aún tenía espasmos de placer.

-Anselmo...ha sido...ummmm...maravilloso.

-Apenas he empezado, Susana.

Se colocó entre sus abiertas piernas, boca abajo. Ante él quedó un precioso y excitado sexo de mujer, de negro vello y sonrosados labios. Húmedo, mojado. Empezó a besar la cara interna de los muslos, acercándose cada vez más a las ingles, pero sin tocar la sensible vulva. Ella aún no había abierto los ojos, pero bajó sus manos y acarició el cabello del hombre que tanto placer la había dado, y que tanto placer le iba a dar.

Con los dedos de una mano, Anselmo separó los labios de aquel virginal coñito. Descubrió el inflamado clítoris. Acercó su lengua y la pasó alrededor, sin tocarlo. Susana volvió a gemir.

-Agggggggg que placer, dios, que placer.

La mujer de Anselmo siempre le decía que era maravilloso con su boca. Susana lo pudo comprobar. La hizo correr varias veces, lamiéndola sin descanso, sin parar. Cada orgasmo más fuerte que el anterior, hasta que no pudo más y lo separó. Abrió los ojos y lo miró. La cara de Anselmo estaba brillante. Se la había dejado llena de sus jugos.

-Casi me matas de placer.

Anselmo se incorporó y se acostó a su lado. Él, vestido. Ella, desnuda. Susana lo abrazó, por primera vez, apoyando su cabeza en su pecho.

Ella se había reservado para el chico adecuado. ¿Quién más adecuado que ese hombre que tanto placer le daba, que tan dulcemente la trataba? No era un jovenzuelo, es verdad. Pero no conocía a nadie mejor. Pero ahora estaba agotada. Al poco rato, se durmió, mientras Anselmo acariciaba su cabello.

Anselmo oía la suave y relajada respiración de Susana. Que maravillosa chiquilla. La hija que nunca tuvo. Aunque si hubiese sido su hija jamás podría haber hecho lo que hizo.

La dejó dormir un rato y luego la despertó.

-Susana, tienes que irte. No se vayan a preocupar tus padres.

-Ummm, que bien he dormido.

Miró como se vestía. No pudo evitar excitarse. Ella se dio cuenta del bulto de sus pantalones. Sonrió.

-No hay tiempo, Susana. Lo deseo, pero mejor vete.

-¿Seguro?

-Sí.

La acompañó a la puerta. Antes de abrir, ella lo besó. Anselmo miró como subía las escaleras y después se fue al salón.

Había consentido en convertir su casa en una casa de citas. Vendrían hombres para que Susana los masturbara, a cambio de dinero. No había vuelta atrás. O lo hacía allí o en cualquier otro sitio, en donde no la podría proteger. Allí, al menos, podría vigilarla. Cogió el teléfono y llamó a Julio.

-¿Sí?

-Julio, soy Anselmo.

-Hola. ¿Cómo estás?

-¿Le has contado a alguien lo de la chica?

-No. Ya me dejaste clarito el ayer que no se lo dijera a nadie.

-¿A quién se lo ibas a decir?

-Pues a algunos compañeros de trabajo.

Le dio los nombres. Anselmo los conocía a todos. Todos hombres casados, de edad madura. Todos gente seria.

-He hablado con la chica. Está dispuesta. Pero hay una serie de condiciones.

-Dime.

-Todo tiene que ser discreto. Diles que yo seré el intermediario.

-El chulo! Jajaja.

El chulo. Sí. Eso iba a ser.

-Sí...el chulo. Yo concertaré las citas. Ah, y diles que sólo masturbaciones. Nada de follar. Y nada de tocar.

-¿Y si ella consiente?

-Yo soy el chulo. Yo decido.

-Vale, hombre. Tú mandas. Jeje, eres un briboncete. Seguro que ya te la has follado.

-Eso no es asunto tuyo.

-¿Les doy tu teléfono?. Aunque la mayoría ya lo tienen.

-Sí.

-Pues de acuerdo. Apúntame para mañana. ¿A la misma hora de ayer?

-Sí.

-A lo mejor llevo a Pedro. Está fatal últimamente. Seguro que una buena paja de esa preciosidad lo relaja.

-Vale.

-Pues nada. Hasta mañana.

Ya estaba hecho. Ya era, oficialmente, un proxeneta.

La madre de Susana le preguntó que de donde venía tan tarde. Le contestó que de dar un 'voltio' con las amigas.

-Pues llamó Juanita preguntando por ti

Susana se puso blanca, pero enseguida contestó.

-No salí con el grupo de Juanita.

-¿No estarás con otro golfo como ese Paco, no?

-No mami.

-Más te vale, jovencita. A ver si encuentras a un muchacho decente.

Se fue a su cuarto y cerró la puerta.

Sonó su móvil. Era un mensaje de Anselmo.

"Mañana. Hora de siempre. Dos cli"

Mañana, a la hora de siempre, dos clientes. El negocio marchaba.

Por la noche, en la cama, Susana pensaba, acurrucada. El día siguiente iba a ser un gran día. El inicio de su 'carrera' y su inicio como mujer. Estaba decidida a que Anselmo fuera su primer hombre. Era, sin duda, el adecuado. Cariñoso, amable, y la hacía estremecer de placer.

Al día siguiente fue a la farmacia a comprar condones. Aunque no era una chica vergonzosa, fue a una farmacia de otro barrio. No quería que le llegase a su madre ningún chisme. El día lo pasó muy nerviosa. Apenas pudo comer.

-Mami, esta tarde voy con unas amigas al centro. A lo mejor vengo un poco más tarde de lo habitual.

-Vale. Pero no muy tarde, eh?

-No mami.

Quince minutos antes de la hora, se fue. Bajó las escaleras y tocó en la puerta de Anselmo. El abrió la puerta y ella entró.

-Hola Anselmo.

-Hola Susana.

Pasaron al salón.

-Susana...aún estás a tiempo de parar todo esto.

-No quiero pararlo. Nada de lo que va a pasar aquí.

-Bueno, como quieras.

-¿Uno de los clientes es Julio, verdad?

-Sí.

-Jeje, sabía que repetiría.

-El otro es un amigo suyo. Pero se lo ha contado a más.

-Bien. Espero no tener que pedirte que me eches una mano! jajajajaja

Los dos rieron. Anselmo la miraba. Tan linda. Su risa era contagiosa.

Al poco sonó el timbre. Anselmo fue a abrir. Eran Julio y su amigo, Pedro. Los hizo pasar al salón en donde Susana los esperaba sentada en el sofá.

-Hola Julio.

-Hola preciosa. ¿Ves? Te dije que era preciosa, Pedro - dijo Julio mirando al nuevo.

-Hola -saludó Susana

-Ho..hola..

El hombre estaba un poco cortado, cohibido. Anselmo habló.

-Bueno, ya sabéis las reglas. Nada de tocar a la chica. Sólo ella puede tocar.

-Así es. Bueno, sólo hay un pequeño cambio. - dijo Susana - La paja normal son 15 euros. Paja con corrida en mis tetas, 20 euros. Y...paja con mis tetas, 30 euros.

Anselmo la miró, asombrado. No le había dicho nada de eso. Susana se limitó a sonreírle y guiñarle un ojo.

Pedro, rojo como un tomate, preguntó.

-¿Y paja con corrida en tu cara?

Ahora la asombrada fue Susana. No había pensado en eso. No estaba en el menú. Echó cuentas.

-Pues, paja con corrida en mi cara, 40 euros.

Anselmo no salía de su asombro. Aquella chiquilla era terrible.

-¿Y bien? ¿Qué desean los señores?

-Yo con una de 20 me conformo - dijo Julio.

-Tú me imagino con con una de 40, ¿No?

-Sí.

-¿Quién quiere ser el primero?

-Yo, dijo Julio.

Julio se acercó a Anselmo.

-¿Hay que pagarte a ti, no?

-Sí.

Le dio los 20 euros. Fue como cortar la cinta en una inauguración. Ya era, oficialmente, el chulo de Susana.

Delante de aquellos tres maduros hombres, Susana de empezó, lentamente, a desabrochar la camisa. La polla de Julio se empezó a notar bajo el pantalón. La camisa cayó al suelo, seguida de el sujetador.

-Wow, Susana. Vaya par de tetitas más lindas que tienes - dijo Julio.

-¿Cómo quieres ponerte?¿De pie o sentado?

-Así mismo. No voy a aguantar mucho.

Se acercó al hombre y puso su mano sobre el bulto. Acarició la palpitante polla y luego bajó la bragueta. Introdujo la mano y la sacó, acariciándola suavemente. Se metió en su nuevo papel.

-¿Así que te quieres correr en mis tetitas, eh?

-Sí, preciosa. Quiero dejártelas bien llenas.

Pedro y Anselmo lo observaban todo. Vieron como Susana se arrodilló delante de Julio y le hacía una lenta y muy sensual paja, mirándolo a los ojos. Sus bellas tetas a escasos centímetros de la cabeza de la dura polla del hombre.

Julio no mintió y no aguantó tanto placer y morbo y se corrió entre gemidos de placer. Susana dirigía los chorros, repartiéndolos entre sus dos pechos. Se miraba, excitada. Sentía los golpes cálidos del semen de Julio.

De la polla quedó un último hilillo de semen. Susana se acercó más y pasó la punta de la polla por una de sus tetas, recogiéndolo todo.

-Listo, caballero. ¿Le ha gustado?

-Uf, ya lo creo preciosa. Ya lo creo.

Susana miró a Pedro.

-Bueno, creo que te toca.

Pedro ya tenía la polla dura, abultando el pantalón.

-Yo...prefiero hacerlo a solas.

Susana miró a Anselmo. Éste le hizo una señal, indicándole con la mirada su cuarto. Ella lo entendió y se levantó. Anselmo cogió los 40 euros que Pedro le dio.

-Sígueme.

Mientras Pedro y Susana se metían el el dormitorio de Anselmo, Julio se guardó la morcillona polla y se sentó a esperar.

-Joder, Anselmo. Vaya pajote más bueno. Esa chavala está buenísima. ¡ Qué tetas ! ¿Qué tal folla?

-No lo sé.

-¿Te crees que soy bobo?

-Te digo la verdad. No me he acostado con ella.

-Pues entonces el bobo eres tú. Yo pagaría lo que fuera por un buen polvo con ella.

Susana cerró la puerta tras de sí. Pedro estaba callado. Se miraron el uno al otro. Ella se dio cuenta de que le miraba las tetas, aún con la corrida de Julio sobre ellas.

-¿Quieres que me limpie?

-Sí, por favor

Entró al baño interior del dormitorio y se limpió. Al pasarse la toalla húmeda por las tetas se rozó los duros pezones. Sintió placer. Su coño estaba muy mojado. El hombre que la esperaba al otro lado de la puerta, un desconocido, se iba a correr en su cara. Por primera vez en su vida un hombre se correría sobre su cara. La idea le producía extrañas sensaciones. Repulsa, por una parte. Pero también deseo, morbo.

Se dijo que sólo era por dinero. Dinero fácil. Sólo tenía que dejar que le llenara la cara y luego limpiarse. No quedaría ni rastro. Ella seguiría siendo la misa, pero 40 euros más rica.

Volvió a la habitación. Pedro seguía igual, de pie, esperándola.

-¿Así que te quieres correr en mi carita, eh? Eres un pervertidillo.

-Yo....lo siento..perdona.

Pedro se dio la vuelta con la intención de marcharse.

-Espera, espera. Lo siento - dijo Susana, acercándose al hombre - No te vayas.

-No tenía que haber venido. Pero Julio me convenció.

-¿Es que no te gusto?

Pedro la miró. Sus ojos estaban aguados. Ese hombre estaba a punto de llorar.

-No sé que hago aquí. Mi hija debe de tener tu edad.

-Pero yo no soy tu hija.

Pedro se derrumbó y se sentó en la cama, con lágrimas cayendo por sus mejillas. Susana no supo que hacer. Se tapó y se sentó a su lado.

-¿Qué te pasa?

Pedro le contó que se había separado recientemente de su mujer. Que había tenido que irse de su casa. Que casi no veía a su hija.

Susana no supo por qué, pero acabó abrazada a aquel hombre y consolándolo. Oyó un golpe en la puerta

-¿Todo bien? - era la voz de Anselmo

-Sí, todo bien. Ahora salimos.

Pedro se calmó poco a poco.

-Gracias. Te debo parecer un estúpido.

-No me lo pareces. Sólo me pareces un hombre que está pasando un mal momento. Te devolveré el dinero.

-No, no. No quiero que ellos sepan que no he podido.

-Ummmm pues me parece mal coger un dinero por un trabajo que no he hecho.

-No me importa. Me has ayudado a desahogarme un poco.

Susana llevó su mano a la bragueta de Pedro y empezó a acariciarlo. La polla estaba floja.

-¿De verdad que no quieres correrte en mi cara? Serías el primero que lo hace.

-No sé si..podré.

-Ya veremos.

Bajó la bragueta y sacó la flácida polla. Intentó ponerla dura, pero aquello no se levantaba. Se quitó la prenda que tapaba sus tetas, cogió una mano de Pedro y la llevó hacia ellas. Él se sorprendió.

-Creí que no se podía tocar.

-Yo decido quien toca y quien no. Acaríciame.

Pedro abarcó sus mano uno de los pechos y lo acarició, con dulzura, con delicadeza, como Anselmo. Susana notó con alegría como polla empezaba a creer en su mano. Al poco tiempo, estaba completamente dura. La pajeó despacito.

-Parece que tu polla si que quiere correrse en mi cara.

-También para mí será la primera vez.

-¿Cómo te gustaría que me pusiese? Arrodillada, en la cama...

-En la cama, por favor.

Susana se acostó en la cama de Anselmo, justo al borde. Pedro se acercó a ese lado de la cama y se arrodilló un lado. La polla quedó muy cerca de la cara de Susana. Ella la cogió con la mano y empezó la paja. Miraba a Pedro y le sonreía.

Él miraba como aquella preciosa mujer los masturbaba a escasos centímetros de su bello rostro. Por fin iba a poder cumplir una de sus mayores fantasías sexuales. E iba a ser con aquella chiquilla.

De la punta de la excitada polla salió una gotita de líquido transparente. Susana la recogió en el dedo pulgar y la extendió por el glande. Pedro gemía de placer.

-Me voy a correr.

-Ummmm eso es. Lléname la carita con tu leche...Córrete en mi cara.

Susana sintió como la polla se tensaba y cerró los ojos. Potentes chorros espesos le quemaron la cara. El semen de Pedro le caía desde la frente hasta la barbilla. Aquel hombre hacía días que no se corría.

Uno de los chorro le había caído sobre un párpado. Pedro con sus dedos se lo limpió. Susana abrió los ojos. Sentía en la cara el calor y la humedad de semen de Pedro.

-Gracias. Ha sido...maravilloso. Muchas gracias

-Bueno, es un sensación rara, la verdad, pero...me gusta.

Anselmo se estaba impacientando y volvió a tocar.

-Será mejor que me vaya.

-Puedes venir cuando quieres. Estaré encantada de que te corras en mi cara.

-Gracias otra vez.

Pedro se arregló y salió del dormitorio. Oyó como los tres hombres hablaban.

-¿Qué? ¿No se te ponía dura? - preguntó sarcásticamente Julio.

-Calla.

-¿Todo bien? - preguntó Anselmo.

-Sí...sí. Todo bien.

-Julio, vámonos ya.

-¿Pero que prisas tienes? A lo mejor le pido a esa putita otro pajote.

Anselmo se encendió.

-Ya se acabó por hoy, Julio. Venga, largo.

-Está bien, está bien. Ya nos vamos.

Los acompañó a la puerta y los despidió. Después se dirigió con rapidez a su cuarto. Allí encontró a su Susana sobre su cama, con el torso desnudo. Su cara cubierta de semen. Ella lo miró, sonriendo.

-¿Estoy guapa?

-Será mejor que te limpies.

-Anselmo...estoy cachonda...Hazme una pajita, por favor.

-Así no.

-¿Así como?

-Con la leche de otro hombre sobre ti.

-Vale, me daré una duchita.

Se desnudó del todo delante del él y se va al baño. Anselmo escucha el agua correr. Al poco, Susana vuelve, risueña.

-Ya no tengo leche de nadie sobre mi.

Se acostó nuevamente en la cama y miró a Anselmo.

-Desnúdate y ven aquí a mi lado.

Susana miró como Anselmo se desnudaba. Su cuerpo no era escultural. No era ningún jovencito de marcados abdominales. Pero iba a ser su primer amante. Su primer hombre.

Cuando estuvo con ella en la cama, Susana se acercó y lo besó. Él le devolvió el beso. Sus cuerpos se pegaron y Susana sintió en su barriga la dura polla de Anselmo. La cogió con su mano y le empezó a acariciar.

-Anselmo...¿Me deseas?

-Con todo mi ser, Susana.

-¿Quieres hacerme el amor? ¿Quieres ser mi primer hombre?

Él la miró. Aquella preciosa criatura le estaba pidiendo que la hiciera mujer. Que fuera su primer hombre. Era lo más bonito que nunca nadie le había pedido. Su corazón latía con fuerza.

-Oh, Susana..¿Lo dices en serio?

-Totalmente. Eres el hombre más cariñoso que conozco. Quiero que tú seas el primero.

Se fundieron en un nuevo beso. Se acariciaron. La mano de Susana subía y bajaba a lo largo de la dura polla de Anselmo. Los dedos de Anselmo recorría las mojada rajita de Susana.

-Vengo preparada, jeje

Buscó en su falda, en el suelo. De un bolsillo sacó un preservativo y se lo dio a Anselmo

-Pues sí. Ya tenías esto en mente.

-Sí...

Ella miró como Anselmo rompía el paquete y sacaba el enrollado preservativo. Miró con atención como se lo enrollaba a lo largo de la polla.

-Hacía mucho tiempo que no me ponía un condón. Pero es como montar en bici, parece.

Cuando la polla estuvo enfundada, Susana no pudo resistirse a tocarla.

-Ummm, casi parece que no lleves nada.

Anselmo iba a preguntarle si estaba segura de todo aquello, pero no lo hizo. Temía que ella se arrepintiera. La deseaba. Tenía que hacerla suya.

Susana no se iba a arrepentir. Estaba muy segura.

Anselmo se subió sobre ella, se echó sobre ella. La engomada polla quedó sobre el pubis de Susana. La besó, con pasión. Sus labios,sus mejillas, su cuello.

Ella gemía de placer. Estaba muy excitada. La polla dura se apretaba contra su monte de Venus, pero la quería dentro.

-Anselmo..por favor..fóllame ya...fóllame.

Con ayuda de una mano, Anselmo guió su dura polla a la entrada de la cerrada vagina de la muchacha. Mirándola a los ojos, empezó a penetrarla.

Susana entornó los ojos de placer. Sentía como la polla entraba en ella, separando las paredes de su coñito hasta que llegó a la membrana que atestiguaba su virginidad. De un empujón, Anselmo la rompió y la hizo mujer. Los ojos de Susana se cerraron. Sintió un agudo dolor, pero momentáneo.

Él la siguió penetrando hasta entrar todo en ella. Susana abrió los ojos lentamente y lo miró. Ambos sonrieron. Se besaron.

Anselmo comenzó a moverse, despacito. Susana sentía un gran placer. Se notaba completamente llena. Sentía la polla entrar y salir de ella.

-Aggg que rico..Anselmo...Ummmmmm más...así...más

Se movió más deprisa. La penetración se hizo más vigorosa. Y el placer de Susana aumentaba y aumentaba hasta que su cuerpo no lo resistió y fue atravesado por un placer tal que creyó morir. Todo quedó negro. Todo su cuerpo tenso. No podía respirar. Diez largos segundos de intenso placer.

Cuando su orgasmo acabó y el aire volvió a sus pulmones, al fin pudo gemir. Apretó su boca contra el hombro del hombre que seguía follándola para que su grito se ahogara. Su coño sufría agradables espasmos. La polla seguía entrando y saliendo de ella, follándola sin descanso.

Al los pocos segundos un segundo orgasmo la volvió a atravesar, más fuerte que el anterior. El tercero y definitivo estalló en ella cuando oyó a Anselmo gemir, temblar sobre ella y sentir una invasión de calor en el fondo de su coño. Anselmo se estaba corriendo con ella.

A la media hora, aún seguían desnudos sobre la cama, abrazados.

-Ha sido maravilloso, Anselmo. Gracias

-Gracias a ti. Me haces volver a vivir.

-Es tarde. Me voy ya. ¿Me avisarás cuando haya más clientes?

-¿Quieres seguir con esto?

-Claro que quiero. Me encanta hacer pajas, Y encima me saco un dinerillo fácil Hoy 60 euracos. La mitad es tuya.

-No quiero ese dinero.

-¿Por qué no? Tú pones la casa y conciertas las citas.

-No lo quiero.

-Bueno...jajajaja. Te pagaré en carne.

-¿Acostarte conmigo ha sido un pago?

-No tonto. Acostarme contigo ha sido por deseo. Lo tenía planeado. Te elegí como el primero. Y he elegido bien.

Anselmo la miró. Qué bellos ojos tenía esa chiquilla.

-Antes, cuando estaba con Pedro y le hacía la paja, pensaba que dentro de poco estaría contigo. Que me...follarías. Estaba muy cachonda. Su polla estaba muy cerca de mi cara, de mi boca.

La mano de Susana bajó lentamente hacia a flácida polla de Anselmo. La empezó a acariciar mientras seguía hablando.

-Mi mano acariciaba aquella dura polla. Y yo pensaba en que sentiría al tenerla en la boca. En qué sentiría al chuparle la polla. Mi coño echaba fuego. Si él me lo hubiese pedido, le hubiese chupado la polla, Anselmo. Nunca lo he hecho, y lo deseo. Deseo sentir en mi boca una polla bien dura, entrando, saliendo. Y que se corra dentro. Y tragarme toda la leche calentita.

La polla de Anselmo estaba otra vez dura. Las palabras y las caricias de Susana lo habían vuelto a excitar.

-Ummmm que dura tienes otra vez la polla. Has sido el primero en follarme. ¿Quieres ser el primero en correrse en mi boca? ¿Quieres ser el primer al que le haga una mamada?

No lo dejó contestar. Lo besó sin dejar de tocarle la polla. Después empezó a bajar, besando su piel mientras se acercaba cada vez más a su polla. Anselmo gemía de placer con los ojos cerrados, sintiendo como aquellos cálidos labios se acercaban cada vez más, hasta que algo húmedo lamió la punta de su polla. Era la lengua de Susana.

No podía permanecer con los ojos cerrados. Tenía que verla. Se incorporó y se apoyó en los codos. Entre sus piernas, Susana pasaba su lengua en círculos alrededor de su glande. Después se metió la punta en la boca y empezó su primera mamada.

-¿Lo hago bien?

-Muy bien...ahhhhh...hazlo también...con la mano.

Usando la boca y la mano, llevó rápidamente a Anselmo al orgasmo. Ella notó que llegaba y se preparó. Aún así, el primer chorro de semen la cogió por sorpresa y casi la hace atragantar, pero consiguió sobreponerse. Los siguientes los recogió y cuando ya no salía más, empezó a tragar, poco a poco. Anselmo gemía de inmenso placer, oyendo como Susana tragaba su esencia.

La miró. Ella lo miró, con la polla aún dentro de la boca. Le sonrió. Luego, lentamente, se la sacó de la boca.

-¿A cuánto crees que podríamos cobrar las mamadas?

Por abe21abe21

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